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domingo, 8 de julio de 2012

1.2.- La ciencia biológica de Darwin en El origen de las especies.

Charles Darwin as a young man, probably subseq...
Charles Darwin as a young man, probably subsequent to the Galápagos visit (Photo credit: Wikipedia)

Del responder qué es la ciencia biológica de Darwin en el Origen de las especies pende el responder por el papel de la figura “lucha por la existencia” en tanto dispositivo de la representación [quantum] al entendimiento en sí de lo mentado por "origen de las especies".  Y es que no puede pasarse por alto que el tema de todo el tratado de Darwin es el de la producción de la vida, o en otras palabras la creación de ella. Como tal, el problema de la vida presentaba dos aristas.

La primera, en el plano explicativo, pues para comprender el fenómeno del existir de algo se encontraban dispuestos tres posibles ámbitos de artífice o causa última para toda cosa creada, Dios, la Naturaleza y el Hombre. Este primer problema señalado por Darwin, apuntaba directamente al trasfondo ontológico-metafísico que servía [-servidumbre y dispositivo-] de causalidad trascendente para comprender el fenómeno de la creación, o en otras palabras y usando nuestros conceptos, la posible adjudicación a tres artífices señala la superposición enunciativa en el ámbito de posibilidad categorial, inminencia que tornó problemático la adjudicación del papel de agente productor a una sustancia causante [-el problema de la identidad del motor-].[36] Es aquí y de esta forma como el concepto decimonónico de vida emerge - volviendo sólo en sí de tal emergencia, problemático.

Ya un ejemplo se encuentra de modo claro al final del Bosquejo histórico anexado a la segunda edición de el Origen de las especies, donde Darwin refiriendo la obra del reverendo Baden Powell, Essays onthe Unity of Worlds de 1855, señala que

“No hay nada más extraordinario que la forma en que demuestra que la introducción de nuevas especies ‘es un fenómeno regular, no casual’, o, como lo expresa sir John Herschel, ‘un proceso natural, en contraposición a uno milagroso’”.[37] 

Para Darwin resultó extraordinaria la declaración del reverendo Powell en tanto éste, hombre de Iglesia, aceptase frente al Génesis  -y su postulado relativo a la creación del mundo a un solo momento - la aparición de nuevas especies, es decir, momentos diferidos de creación. 

En segundo lugar la comprensión de Darwin, Powell o Herschel a esta aparición como un acontecimiento regular y no casual, o natural y no milagroso, ya permite atender qué sentido puede manifestar la figura de la selección natural. Si está es principio oculto, ley secreta que gobierna el origen de las especies, tal acontecimiento no respondería al azar, la casualidad o a la contingencia. Al contrario, la aparición de nuevas especies poseía en el pensar darwiniano toda una razón de ser. Libertad. Tras la corrección de su aprehensión cognitiva dicha razón crítica a la atención lógica del fenómeno especie, la especie misma sería en última instancia de sí aparición y correlato interno de variabilidad, permitiendo de ello la cabal descripción móvil-temporal del fenómeno de vida, que sólo vendría a quedar fija de su esencia, es decir, al curso de sí de su origen, evolución.

Completando con ello el saber de la ciencia biológica.


La segunda arista apunta en dirección a la cuestión del método clasificatorio correlativo que en aceptación o amparo de un ámbito de posibilidad categorial, habilitaba al sujeto naturalista a realizar una tabla de clasificación de las especies. Tal cuestión estribaba en la variedad de criterios para diferenciar especies de subespecies, adjudicarle a las primeras el carácter de especie verdadera frente a la cuestión de las razas y las monstruosidades, así como la diferenciación categorial de cantidad, es decir, si la especie constituía un grupo, una comunidad, o cuál era el estatus del individuo con relación a su especie, pues por ejemplo en el caso de los monstruos, estos no podrían, a pesar de todas sus diferencias morfológicas, constituir un especie autónoma como tal. Darwin lo explica así:

Hace muchos años; comparando y viendo comparar a otros las aves de las islas, muy próximas entre sí, del archipiélago de los Galápagos, unas de otras y con las del continente americano, quedé muy sorprendido de lo completamente arbitraria y vaga que es la distinción entre especies y variedades [...] existen muchos insectos que están clasificados como variedades en la admirable obra de Mr. Wollaston, pero que seguramente serían clasificados como especies distintas por muchos entomólogos.[38]



De la primer arista dependía no sólo la cuestión del agente causador de la creación, sino la temporalidad o estatus existencial de la misma. Frente la opción de la creación ex-nihilo y su inmutabilidad, Darwin se inclinó a pensar más bien en términos de la negación a la inmutabilidad. De la segunda arista, la reclasificación de lo viviente una vez ausente el argumento de la creación ex-nihilo, se asumía un origen temporal a lo existente actual, y por tanto una línea de ascendencia a las especies contemporáneas a Darwin, con la salvedad de que en última instancia, lo macro y lo micro se reunían en la dificultad de erigir un criterio para dictaminar qué era y qué no era especie, así como quién sí y quién no pertenecía a ella.


A pesar de abandonar de facto la posibilidad de un acto creador único para todas los seres vivientes, es decir, la posible existencia de una causa final para el fenómeno de la vida, Darwin pensaba desde la existencia positiva de una causa eficiente que diera cuenta de la derivación de lo viviente en diversas especies, y por tanto de su disposición. Lo señala cuando dice que “Cada una de las infinitas variaciones que vemos en el plumaje de nuestras aves de corral debe de haber tenido alguna causa eficiente; y si la misma causa actuase uniformemente durante una larga serie de generaciones sobre muchos individuos, probablemente todos se modificarían de la misma manera.”[39] De hecho, y a pesar de colocar esa necesaria causa eficiente como algo externo al individuo, además de continuar la oposición entre una selección natural y una selección cultural, Darwin mantuvo el sistema causal y la ontología aristotélica, donde la real está fraccionado en dos ámbitos de cosas, las naturales y las producidas artificialmente.[40] Lo natural según Aristóteles, es aquello que tiene en sí mismo el principio de su movimiento, siendo ella misma causa del comenzar a moverse o del detenerse., de modo que una cosa será natural cuando tenga inmanentemente las cuatro causas, eficiente, final, material y formal.


Así, en este sentido, las especies no son naturales sino producidas, pero extrañamente algunas pueden ser producidas por las naturaleza, además claro de las variaciones domesticas que son producidas por formas culturales. Pero, ¿qué es la naturaleza en Darwin? y más extraño aún ¿qué puede ser la selección natural de especies artificiales, es decir devenidas en el medio de un proceso de lucha por la existencia?


Como señalamos, el origen a la introducción de nuevas especies es para Darwin un fenómeno regular y no casual, es decir poseedor de una causalidad susceptible de ser descrita en tanto se pueda captar tal causalidad, cuya causa final es natural y no milagrosa. Pero como también se dijo, Darwin no busca como tal esa causa final, sino las causas eficientes al proceso de la aparición de nuevas especies. Lo que se quiere señalar es que tal causa material no se busca como tal sino justo como principio implicado ya en tanto principio motor de la propia búsqueda de causas eficientes, es decir, la presuposición de la naturaleza determina las características de aquello que aparece como causa eficiente. Así mismo en el plano de la conceptualización, tal aparecer determinaría a su vez las categorías con las cuales se puede observar, concebir y pensar aquello buscado. Por ello el problema del origen de las especies se desplaza a la cuestión del criterio de clasificación, y sólo desde él, retorna a aquello mismo presupuesto, la causa final que finalmente se podría nombrar y describir. Tal naturaleza no es otra cosa que la conservación de las razas en la lucha por la vida. Para contemplar mejor esto, además de proporcionar sustento a nuestra interpretación, es necesario inquirir por el cómo procedió Darwin en esto, es decir preguntar por cómo realizó El origen de las especies.


Darwin, sorprendido por la distribución de los seres orgánicos en América del sur, tras cinco años de permanecer preocupado por ese “misterio de los misterios”[41] y ocupado en la acumulación de datos, así como en la reflexión de los hechos con relación a ese misterio, declaró “me permití discurrir especulativamente sobre el asunto”[42]. Tres cosas son lo que queremos señalar en esta sorprendente e inaugural declaración de El origen de las especies. Primero, la sorpresa de Darwin, segundo, la caracterización como misterio de los misterios a la cuestión del origen de la vida, y por último, el discurrir especulativo que engarza la cuestión del encontrarse sorprendido de Darwin con ese misterio de los misterios.


No se olvide que como sostenemos, nominar no es tanto adjudicar sentido como ya estar en él, o si se quiere, estar en el medio de su claro. Por tanto Darwin, al denominar como sorprendente y maravilloso aquello observado a bordo de su viaje por el Beagle, ya nos estaría mostrando la determinación que la concepción de lo sorprendente tiene de principio al método mismo que pudiera dar cuenta de tal sorpresividad de lo sorprendente y por otro, la representación de lo sorprendente en tanto tal.


Por radical que parezca, sostenemos no es posible estudiar a las especies en tanto tal, sino que lo estudiado es el sentido del ser de eso estudiado, pero lo estudiado ya está siempre determinado por la experiencia misma del ser de los estudiado, es decir y en términos más concretos, esto significa que lo estudiado es ya siempre representación, o donación del ser por el hombre en términos nietzschianos hablando justo de lo natural.[43]


Así, si lo sorprendente, que no sería lo experimentado sino el experimentar de Darwin y de su mundo, esa maravillosa distribución de las especies así como su variabilidad morfológica; cuestiones que unificadas se representan en términos de la correlación existente entre ellas, es decir la adaptación de las especies a sus condiciones de vida. El cómo esta adaptación ya se encuentra de antemano interpretada se devela desde el horizonte de que si bien la creación no es un acontecimiento único y milagroso, y por tanto perfecto e inmutable, sino siendo por el contrario un acontecimiento regular y natural, se presenta aun al naturalista en términos de perfección.


Lo que sorprende al naturalista es la perfección, pero esta ya no es presupuesta como un a priori en tanto agente causal, sino como resultado del perfeccionamiento progresivo, es decir, como causa material de aquello que es. Por ello, la perfección se temporaliza como proceso histórico, devenir de las especies, y se entiende como proceso de perfeccionamiento. Así la cuestión del origen las especies se pudo plantear en términos no del entre creador, el ens summun, sino en términos del cómo acontece el paulatino proceso de perfeccionamiento, o en otras palabras, cómo acontece el progreso de las especies. Por ello Darwin puede declararlo del siguiente modo: “...las especies que pueblan este mundo se han modificado hasta adquirir esa perfección de estructura y coadaptación que causa, con justicia nuestra admiración.”[44]


Para terminar por atar cabos es necesario notar e inquirir por lo más importante en esta declaración, pues la cuestión de la perfección, así como su supuesta causa, nos impiden ver el fenómeno esencial que se juega en esta representación del origen de la vida, a saber, la justicia de la sorpresa, y es que el poder comprender de qué depende la correcta proposición, es decir la verdad por Darwin atribuida a su propia investigación, y con ello el plan de su biología, estriba en captar la adecuación de lo percibido con el ser de aquello que justamente produce lo percibido.[45]


Para Darwin, El origen de las especies como explicación al problema del origen y sentido de la vida tendría que dar cuenta de dos fenómenos, 1.- El devenir de las especies, es decir, su movimiento, y 2.- Dar cuenta de la modos en que la perfección es creciente en tal movimiento, es decir, explicar el cambio de las especies, su variación.


Es importante preguntar si en este casó no se habrá adjudicado como causa aquello que es efecto, cuestión expresada por Nietzsche en los términos siguientes del aforismo 205. “Necesidad. Se considera que la necesidad es la causa de lo que se forma: verdaderamente a menudo no es más que el efecto de lo que se ha formado”.[46] No debe escapar que el aforismo 205 se encuentra ubicado en el tercer libro de La gaya Ciencia que comienza desde el inicio con las cuestiones de Dios, la lógica, y además contiene también el famosísimo aforismo 125 donde anuncia la muerte de dios. Contiene tambien sus meditaciones sobre el egoísmo, la vida y el instinto gregario de la especie, es decir el preámbulo a la primera aparición conceptual del tema de la voluntad de poder y el existir de ella como eterno retorno de lo mismo.


La cuestión aquí es cómo y por qué Nietzsche puede observar las cosas así, cómo pudo descartar de principio la necesidad en la formación y en las formas de la vida, y ubicarla al final como efecto de lo que se forma. Pero lo formando en última instancia no como lo opuesto a lo real, es decir, la observación y el experimentar de un fenómeno como lo otro al fenómeno, sino como el aparecer mismo del fenómeno, es decir, el uso de eso que se utiliza, y lo útil como útil desde su uso peculiar. Nótese finalmente que lo que se cuestiona con ello no es la transformación histórica de las especies, sino el prejuicio valorativo de perfección así como la justicia de su representación confundida y solapada, esta justicia como propiedad per se de lo existente. Justicia que además justifica figuras ideológica tales como la lucha por la existencia, los eslabones perdidos de la cadena evolutiva, pero también la propia cadena evolutiva en tanto esta no se quiera entender como representación historiográfica y se postula como realidad en sí, es decir la aprensión de la historia no como conocimiento de ella, sino la Historia en sí.


Regresando a Darwin, el problema “empírico” estriba, en función de la necesidad presupuesta y más allá de la correcta observación, así como de la justa o adecuada descripción morfológica de los diversos especimenes, en el correlato de las especies con respecto a su entorno[47], las condiciones de vida, o si se prefiere y desde la crítica habilitada por la metafísica de la voluntad de poder, en aquello que la voluntad quiere ocultar cuando se habla del evolucionismo o del vitalismo, y es que se quiere ignorar en ello que en términos del existir de lo vivo, son también condiciones de vida el ser observado, clasificado, utilizado, criado, cazado, pero como tambien lo son el ser defendido, protegido, asistido. No hay que perder de vista que tal problema escapa por mucho a la simple preocupación de un naturalista. Pese a esto, en el caso de Darwin –o incluso justo por tal–, en ello radica su grandeza y genialidad, pues al plantear la cuestión de tal modo, eleva el origen de las especies a problema ontológico general. Con su tratamiento de la vida, Darwin tocó un punto nodal de tal arquitectura, el edificio del conocimiento de la ciencia total anglosajona, fincando con ello un nuevo terreno, un nuevo estrato en el registro arqueológico del saber humano.


Una vez que despliega el tema de las condiciones de vida, y aun sin descubrir el olvido del ser, desde el momento que entiende el origen de la vida como correlativo a sus condiciones, entiende desde más allá del olvido del ser el tema de las características del existir de lo vivo. Por ello, cuando se le abren dos problemas “empíricos”, el de la modificación de las especies como movimiento morfológico de los caracteres en la especie, y el de la coadaptación como correlato de la modificación con relación al medio o naturaleza del espécimen, entiende a la naturaleza, sí, como lo opuesto al hombre, pero como algo sagrado, y aquí la perfección lo salvaguarda, al no ser aquella el ámbito de dominio del hombre. En éste terreno Darwin, al observar lo natural desde el ser de lo humano, avanzó desde que para entender la variación o modificación explica que “[...] he hallado invariablemente que nuestro conocimiento, por imperfecto que sea de la variación en estado doméstico, proporciona la pista mejor y más segura. Me aventuro a manifestar mi convicción del alto valor de tales estudios, aunque han sido muy comúnmente descuidados por los naturalistas.” [48]


Claro que en este sentido Darwin no hace sino seguir los pasos del economista británico Robert Malthus[49], entender eventos sociales desde el ámbito discursivo que es capaz de estudiar lo natural. Pero con ello, coadyuva a la elaboración del discurso imperial británico, pues antes de socializar la naturaleza, como de hecho ocurre también en su entendimiento del fenómeno natural. En este sentido de la interpretación y a la inversa, Darwin sirve para naturalizar lo social, y con ello se sostiene, ampara y legitima científicamente la dicotomía y las políticas basadas y amparadas en tal dicotomía, pues de hecho, El origen de las especies, antes de ser cualquier cosa que se quiera entender por democracia, es el resultado más refinado, más último del iusnaturalismo. A la larga se evidenciarían en muchos sentidos, –en muchos otros no– el papel extraordinariamente terrorífico del quehacer humano sobre eso que queremos llamar naturaleza, pero esta es ya muy otra cuestión.


Regresando a la línea interpretativa que nos interesa propiamente, la variación como cambio en el movimiento del existir, es el principio mismo de la vida, es decir su origen







Como de cada especie nacen muchos más individuos de los que pueden sobrevivir, y como, consiguientemente, hay que recurrir con frecuencia a la lucha por la existencia, se deduce que cualquier ser, si varía, aunque sea levemente, de algún modo provechoso para el, bajo las complejas y a veces variables condiciones de vida, tendrá mayor probabilidad de sobrevivir, y de ser así seleccionado naturalmente.[50]


















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[36] En este punto, bibliografía sobre el origen y la determinación conceptual de instancias como “hombre”, “naturaleza” o “Dios” en la modernidad puede ser bastante esclarecedora del punto que tratamos de señalar. Recomendamos, Foucault, Michel, Las palabras y las cosasop. cit., Koselleck, Reinhart, Futuro pasado, para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Piadós, 1993 y Blumenberg, Hans, Tiempo de la vida y tiempo del mundo, Valencia, Pre-Textos, 2006.
[37] Darwin, El origen de las especiesop.cit. p. 40.
[38] Ibidem, p. 81.
[39] Ididem, p. 50.
[40] En este sentido se impone la necesidad de comparar los postulados implicados en Darwin y su dicotomía naturaleza-cultura frente a la concepción de Nietzsche, que si por un lado coloca al hombre como ser-natural, a la par y por contradictorio que parezca, coloca a la naturaleza como donada de ser por el hombre mismo. Cfr. Aforismo 301 de la Gaya Ciencia, Delirio de los contemplativos donde escribe “Todo lo que tiene algún valor en el mundo actual, no lo tiene en sí, no lo tiene por naturaleza –la naturaleza carece siempre de valor–, sino que le fue dado un día como don, ¡y nosotros fuimos los donantes! ¡Nosotros fuimos los creadores del mundo que le interesa al hombre!” y el aforismo 109,Puesta en guardia, “¿Cuándo dejaremos de atribuir a la naturaleza un carácter divino? ¿Cuándo nos será permitido a los hombres volvernos naturales, reencontrarnos con la naturaleza pura, nuevamente descubierta, nuevamente liberada?”
[41] Ibidem p. 45
[42] Ibidem
[43] Esto implica como se verá más adelante, que lo presencia de lo estudiado, es decir el presentarse o aparecer de la cosa que nos interesa adviene desde un momento “ajeno” a tal presentarse. Tal agente extraño no puede ser otro que el cómo de la observación. En este sentido y para observar la historicidad de tal concepción, confrontar las críticas contemporáneas a la categoría de lo dado y con ello al empirismo británico en las plumas de Friedrich Nietzsche, La Gaya Cienciaop. cit. sobre todo los aforismos 43 y 57 o la primera investigación lógica en Edmund Husserl, Investigaciones Logicas I, trad. de Manuel G. Morente y José Gaos, Madrid, Alianza Editorial, 1999.
[44] Charles Darwin, El origen de las especies, op. cit. p. 46
[45] Sobre la justicia del juicio Gademer hablando de Kant apunta: “Para hacerlo justicia de verdad – aunque no sea más que en un enjuiciamiento puramente técnico o práctico – hay que incluir siempre un momento estético” Verdad y Método I, op.cit. p. 71 El momento estético que como evento significante, es decir criterio, se actualiza en cada instante en el pensar de El origen de las especies se debe apreciar en la escena dispuesta y predispuesta para la creación u origen de las especies en Darwin.
[46] Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia, op. cit. p. 154.
[47] El concepto de entorno, “Umwelt” sería desarrollado décadas más tarde, a comienzos del siglo XX por el biólogo alemán Jacob von Uexküll, que interesado en el ciclo funcional de los animales, llamó la atención en sus estudios sobre los agentes operadores y receptores que determinan el mundo de estímulos y acciones, especificando a partir de ello la magnitud y naturaleza del universo del animal, el “Umwelt” o “entorno.de las especies animáles”. Jacob von Uexküll, Umwelt und Innenwelt der Tiere, Berlín, Springer Verlang, 1921, p. 218, loc.cit. J.T. Frasier, Génesis y evolución del tiempo, Pamplona, Pamiela, 1993.
[48] Ibidem, p. 47.
[49] De hecho la noción de lucha por la existencia proviene del “Ensayo sobre el principio de la población” de Robert Malthus, publicado de forma anónima en 1798 y reeditado en 1803 ya con la firma de Malthus y con el título Resúmenes sobre los efectos pasados y presentes relativos a la felicidad de la humanidad.
[50] Ibidem, cursivas del autor. Esto sería esencialmente cierto si aceptáramos que la selección natural es naturalmente humana.





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