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viernes, 2 de agosto de 2013

Estupideces prácticas | §2. Sustancia, realidad y polémica historiográfica

Goya "Bajan riñendo"
Goya "Bajan riñendo" (Photo credit: N.Trist)
§2. Sustancia, realidad y polémica historiográfica

El avance de todo discurso historiográfico pretende constituir por certeza metodológica la idealidad –identidad efectiva de sustancia- de su objeto total de referencia. Este objeto ya siempre sabido por el historiador al momento de su escritura, tenido por siempre en cierto a la construcción operativa de su perspectiva, pretende luego, por el imperio del método, verterlo en constitución empírica de demostración efectiva, [i]validación  crítica de respectos interpretativos, comprobación de hipótesis explicativas y verificación técnica en efectividad de proceso a la extrapolación de la unidad total de teoría de investigación de lo que finalmente el texto historiográfico pretende ser materialidad afectiva del orden absoluto de la unidad trascendental de la medida historiográfica,  la experiencia.[BP1] 

La exigencia autocrítica que las instituciones académicas pretenden para con el trabajo del historiador es casi tan ingenua como el de las instituciones religiosas al operar por certeza el régimen de procedimientos e instrumentalización de fe en el proceso de verificación de la creencia por libre sometimiento de la duda y la angustia del meditar a la certeza trascendental de la autoridad eclesiástica.

Es menester abandonar el habla del [discurso historiográfico] y atenernos tan sólo al concepto de [historiográfica]; y es que la ingenuidad de la institución epistemológica allí mismo donde distingue del conocimiento algo tal como [conocimiento histórico] habla también en la idealidad de sus respectos críticos metodológicos de algo tal como discurso historiográfico frente a ello llamado simplemente [discurso].

La historiografía del siglo XXI debe comenzar su institución crítica a la comprensión de que toda palabra ocupada en referencia de identidad, todo concepto empleado en conferencia de hecho de diferencia, es una palabra, un concepto eventual, poseedor por sí del mismo carácter trascendental que posee cualquier otro fenómeno, cualquier otra temporalidad, una trascendentalidad pura que por esencia es la unidad misma del poder a su voluntad: representación.

De la explicación cada palabra, toda inferencia en el sentido, es una construcción conceptual que se atiene a la totalidad de decurso de sentido en quien el discurso de la historiograficidad transcurre.

La historiograficidad es quien que ahí va, tal como el conejo blanco siempre tarde y nunca en tiempo para dar cuenta de sí. Su ideología es sencilla, considera el tiempo por sustancia y difiere de sí idea y materia a la realidad de sus efectos. Le gustan los disfraces. Por idea ella misma, por materia su identidad. Ella misma se identifica por discurso.

El discurso transcurre, el discurso discurre, el discurso recurre y el discurso concurre.[ii]

El mito es una totalidad de arrastre a la unidad de significación, significatividad pura.

El discurso que concurre en vocación crítica a interrogar por las especies y los géneros del mito, un mito, es el mito de la necedad científica, su institución de interferencia pedagógica en apropiación técnica-epistémica; una necesidad metódica.[1]

Especie y género, necesidades metódicas, constituyen la traza fundamental de la doctrina retórica.
¿Cuál es el riesgo con la retórica en su empleo funcional, legitimado por las instituciones académicas científicas, para con la elaboración de los objetos de responsabilidad estatal y ciudadana de la investigación?

En la radicalidad de motivos, la historiograficidad gusta hablar de algo tal como método histórico.

Ella misma es quien abre la pauta en el s. XX de algo tal como “antropología” para el decurso académico institucional de las instituciones epistémicas de investigación científica.


Historia, y alguien pretende estatuir un mojón por referencia técnica del trascurso de lo observado a bien instituir en referencia de la confección la totalidad inferencial de sus aserciones, proposiciones o cualquier otra forma de discurso que su voluntad al poder ose entificar.

El historiador sirve. Así no hay libertad.[iii]

La historia de la filosofía de Hegel es la historiografía del método; el método histórico del materialismo histórico es la inversión idealista del método a su historiograficidad.

El conocimiento histórico de las doctrinas no es ninguna comprensión de las cosas mismas. La comunicación, bueno, establezcamos la claridad por principio normativo de las estructuras de enunciación válidas a bien distinguir las inválidas por operatividad del poder en transcurso, sellémoslo todo al encanto del recuerdo y depositemos nuestra praxis por silencio al sonido del tiempo, todo poderoso Señor protector de lo que de sí se puede proteger. Claro, hemos regalado nuestra espada:

Habermas, Teoría de la acción comunicativa, Prólogo:

La racionalidad de las opiniones y de las acciones es un tema que tradicionalmente se ha venido tratando en filosofía. Puede incluso decirse que el pensamiento filosófico nace de la reflexivización de la razón encarnada en el conocimiento, en el habla y en las acciones. El tema fundamental de la filosofía es la razón. La filosofía se viene esforzando desde sus orígenes por explicar el mundo en su conjunto, la unidad en la diversidad de los fenómenos, con principios que hay que buscar en la razón y no en la comunicación con una divinidad situada allende el mundo y, en rigor, ni siquiera remontándose al fundamento de un cosmos que comprende naturaleza y sociedad. El pensamiento griego no busca ni una teología ni una cosmología ética en el sentido de las grandes religiones universales, sino una ontología. Sí las doctrinas filosóficas tienen algo en común, es su intención de pensar el ser o la unidad del mundo por vía de una explicitación de las experiencias que hace la razón en el trato consigo misma.
Al hablar así, me estoy sirviendo del lenguaje de la filosofía moderna.[iv]

Así entonces lo que el filósofo toma por cierto, luego a su poder lo impone. Sólo las razones imperan.
¿Para qué se viene a estudiar?
Saber, ser y conocer.
Por demás vano se solventa el pretender ignorar, reprimir, olvidar la dimensión del problema que la epistemología lega; lo cursamos,  la absolvemos, nos incorporamos detrás.
Sabido aquello que renunciamos reunir, somos algo, nosotros. Hacemos tierra de toda la epistemología de este mundo. Que al requisito interno de distinguir de sí el conocimiento, lo natural, uno mismo, es por sí la voluntad de transformar lo que siempre fue distinto en otro que es igual. Afirmación y verdad. Ya todo es distinto.
El otro no es, la distinción no existe, somos aunados. Sin mirar nunca la sal de nuestros corazones miramos detrás. Nadie entiende qué pasa.
Lo importante  A la filosofía lo único es quien nunca le viene en importe. La verdad de sus sentencias se porta irrelevante al curso mismo del medio. Sus fines, él: pensar quien es quien ya siempre vuelve.
-          Nadie.
-          Demostración!
-          Es usted filósofo, haga algo.
Eventualmente el horizonte de nombres se puebla. Detrás a la amplitud que con todo lo miras ahora siempre yace algo: Yo, cualquiera.
Vamos a empellones luchando por algo. Vamos a empellones mirando detrás. Queremos algo, nada mira. Quien pasa.
Cualquier medida que explica al mundo es en el mundo. La explicación no explica.
Si el deseo quiere ser, que significar sea.




[1] Nace así la comunidad. Su muerte se comunica.





[i] Y de sí ser vertido.
[ii] Todo de sí por piel se justifica, de la prosa, la historiograficidad de decurso, el discurso por totalidad en todo. ¿El retorno por retrotracción de la causalidad identificada en materia por razón de todo? Hablemos de emisor y traigamos el sentido de la comunicación por principio unificador de algo, un todo recién así que se gobierna… o bueno, se delega, que claro es que la izquierda no gobierna - no quiere gobernar-, habla y asienta las categorías del porvenir al manejo del tejido del juego futuro:

Kant, Crítica  a la facultad de juicio, § LXXIX, De la subordinación necesaria del principio del mecanismo al principio teleológico en la explicación de una cosa como fin de la naturaleza

Por esto es por lo que es razonable y aun meritorio perseguir el mecanismo de la naturaleza para explicar sus producciones,(a) tan lejos como se pueda llevar con verosimilitud, y si renunciamos a esta tentativa, no es que sea imposible en sí hallar en este camino la finalidad de la naturaleza, sino que esto es imposible para nosotros como hombres. Porque sería necesario para esto una intuición distinta de la intuición sensible, y un conocimiento determinado del substratum inteligible de la naturaleza, de donde se pudiera sacar el principio del mecanismo de los fenómenos de la naturaleza, considerada en sus leyes particulares, lo que excede en mucho el alcance de nuestras facultades.

Es necesario, pues, que el observador de la naturaleza, so pena de trabajar en su puro daño, tome por principio en el estudio de las cosas, cuyo concepto es indudablemente un concepto de fines de la naturaleza (de seres organizados), alguna organización primitiva que emplee este mismo mecanismo para producir otras formas organizadas, o para desarrollar aquellas que contienen ya nuevas formas (que derivan siempre de este fin y le son conformes).(b)

Es bello el recorrer por medio de la anatomía comparada la gran creación de seres organizados con el fin de ver si en ellos no se encuentra algo parecido a un sistema, que derive de un principio generador,(c) de suerte que no estemos obligados a atenernos a un simple principio del juicio (que nada nos enseña sobre la producción de estos seres), y renunciar sin esperanza a la pretensión de que penetre la naturaleza en este campo. El concierto de tantas especies de animales en un cierto esquema común, que no parece solamente servirles de principio en la estructura de sus huesos, sino también en la disposición de las demás partes, y esta admirable simplicidad de forma, que reduciendo ciertas partes y alargando otras, encubriendo éstas y desenvolviendo aquellas, ha podido producir tan gran variedad de especies, hacen nacer en nosotros la esperanza, muy débil por cierto, de poder llegar a algo con el principio del mecanismo de la naturaleza, sin el cual en general no puede haber ciencia de la naturaleza. Esta analogía de formas, que a pesar de su diversidad, parecen haber sido producidas conforme a un tipo común, fortifica la hipótesis de que dichas formas tienen una afinidad real y que salen de una madre común, y nos muestra cada especie acercándose gradualmente a otra, desde aquella dónde parece mejor establecido el principio de los fines, a saber, el hombre, hasta el pólipo, y desde el pólipo hasta los musgos y las algas, y por último, hasta el grado más inferior de la naturaleza que podemos conocer; hasta la materia bruta, de dónde parece derivar, conforme a leyes mecánicas (semejantes a las que ella sigue en sus cristalizaciones), toda esta técnica de la naturaleza, tan incomprensible para nosotros en los seres organizados, que nos creemos obligados a concebir otro principio.(d)
Es permitido al arqueólogo de la naturaleza servirse de vestigios todavía subsistentes de sus antiguas producciones, para buscar en todo el mecanismo que se conoce o que se supone, el principio de esta gran familia de seres creados (porque así es como debemos representárnosla, si esta pretendida afinidad general tiene algún fundamento). Se puede hacer salir del seno de la tierra, que ha salido del caos (como un gran animal), seres creados donde no se encuentra todavía más que un poco de finalidad, pero que producen otros a su vez, mejor apropiados al lugar de su nacimiento y a sus relaciones recíprocas, hasta el momento en que esta matriz se osifica y limita sus partes a especies que no deben degenerar más, y donde subsiste la variedad de aquellas que ha producido, como si este poder creador y fecundo fuera, por último, satisfecho. Mas es necesario, siempre en definitiva, atribuir a esta madre universal una organización que tenga por objeto todos estos seres creados; de lo contrario sería imposible concebir la posibilidad de las producciones del reino animal y del reino vegetal. Hay, pues, que retrotraer la explicación, y no se puede pretender que se hayan producido estos dos reinos independientemente de la condición de las causas finales.(e)

(a)     Sólo se puede perseguir el mecanismo de la Naturaleza en la presunción de su descubrimiento. Explicar a la razón del  descubrimiento, es remontar del mecanismo su disposición y disponer uno por igual; así luego, lo de siempre, se conquista.
(b)     La cura, el cuidado heideggeriano.
(c)      Sistema, aquello que deriva de un principio generador.
(d)     El emplazamiento narrativo a al evolución como “esa técnica de la naturaleza”. Así luego es que la naturaleza misma penetra.
Su penetrar es ciertamente misterioso.
(e)     El quiebre alegórico de la analogía del creacionismo. [allí así el incrustarse de la Cosmogonía en la naturaleza del plexo: Caos]

[iii] ARISTÓTELES Y EL COMIENZO DE LA METAFÍSICA. Luego Hegel.
Escribe en la introducción a las lecciónes de historia de la filosofía [p.182]:
               
Pero hay que distinguir entre historia política e historia de la filosofía. Aquélla puede ser objetiva como la poesía homérica, o como el tipo de historia escrita por Herodoto o Tucídides. En cuanto hombres libres, dejan obrar las acciones y acontecimientos por sí mismos, sin añadir nada de suyo; ponen de manifiesto los hechos sin arrastrarlos ante su tribunal y juzgarlos. Sin embargo, en la historia de la filosofía tiene lugar una relación diferente. Pues aunque la historia de la filosofía tiene que narrar los hechos, sin embargo, la primera cuestión es saber qué es un hecho en filosofía; es decir, si algo es filosófico o no, y qué lugar corresponde a cada hecho.

[iv] Y no olvidemos qué era el servirse por método de la historicidad en la modernidad para Marx, que luego así cfr. John Searle, Actos de habla:

Distingo entre filosofía del lenguaje y filosofía lingüística. La filosofía lingüística es el intento de resolver problemas filosóficos particulares atendiendo al uso ordinario de palabras particulares u otros elementos de un lenguaje particular. La filosofía del lenguaje es el intento de proporcionar descripciones filosóficamente iluminadoras de ciertas características generales del lenguaje, tales como la referencia, la verdad, el significado y la necesidad, y solamente se preocupa de pasada de elementos particulares de un lenguaje particular; sin embargo, su método de investigación, empírico y racional más que a priori y especulativo, obligará naturalmente a prestar atención estricta a los hechos de los lenguajes naturales efectivos.
La filosofía lingüística es primariamente el nombre de un método; la «filosofía del lenguaje» es el nombre de un tema. Aunque emplearé algunas veces los métodos de la filosofía lingüística, este libro es un ensayo de filosofía del lenguaje, no de filosofía lingüística.
No es tampoco un ensayo de Lingüística. La Lingüística intenta describir las estructuras fácticas -fonológicas, sintácticas y semánticas de los lenguajes naturales humanos. Los 'datos' de la filosofía del lenguaje vienen usualmente de los lenguajes naturales humanos, pero muchas veces de las conclusiones sobre, por ejemplo, lo que es ser verdadero o ser un enunciado o una promesa, sí son válidas, deben poder aplicarse a cualquier lenguaje posible capaz de producir verdades, enunciados o promesas. En este sentido, este ensayo no trata en general sobre los lenguajes, francés, inglés o swahíli, sino sobre el lenguaje.



SEÑOR EXPERIENCIA

Toda historiográfica constituye metodología por certeza. Idealmente construye sustancia a efecto,* materialmente co-instancia referencia en función total.**

La experiencia se encuentra depositada en los respectos analíticos que sustentan su nombre por invocación.

La advocación de la devoción que lo coloca es el azul que transita en advenir la contextura de un todo en claridad de aclarar y medir.

El color es un número,

El número es un color,

Y la cantidad es sólo del relato la cuenta por totalidad. Ciertamente un prodigio.

La totalidad de la cuenta es al símbolo la disrupción de la representación; giro y comienza.

Dices uno,
Dices dos,
Dices y dices y en el dicho cuentas.

Las estrellas,
Bueno, cuenta lo contado.


Así entonces Pitágoras y la hermenéutica.

La era en que el mensajero quiso ser la totalidad del poder.


Y ahí, en la disrupción del saber por la mensajería, el mensajero es de la totalidad la constitución del Estado.

¿el ente? Pase Ud.

Su palabra es delegación de motivos,
Señor.

* Y sustituye efecto por sustancia.
** La función total, su conferencia, es así la única realidad. Bajo tal precepto, si un migrante guatemalteco está al borde de la muerte ningún hospital tiene obligación, atención siquiera, de proporcionarle los servicios médicos universales.

Así tan simple se consume en la posmodernidad lo universal, al criterio de cualquier chismoso.
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