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domingo, 26 de mayo de 2013

1.1- Más allá del vitalismo: El pensar de la vida de Charles Darwin y Friedrich Nietzsche

Capítulo I La cuestión de la vida y la muerte de Dios

1.1- Más allá del vitalismo: El pensar de la vida de Charles Darwin y Friedrich Nietzsche


Donde hallé lo viviente, hallé voluntad de poder; y aun en la voluntad del sirviente hallé la voluntad de ser dueño
Friedrich Nietzsche, Así habló Zarathustra.



English:
English: "A Venerable Orang-outang", a caricature of Charles Darwin as an ape published in The Hornet, a satirical magazine Deutsch: Man sieht Darwin als Affen dargestellt, was eine Anspielung auf seine Evolutionstheorie sein soll. Seiner Meinung nach entwickelten sich die Menschen aus den Affen, was damals eine völlig neue Vorstellung war. (Photo credit: Wikipedia)

Para rendir homenaje a un pensador, el único acercamiento digno es aquél que toma al pensar no desde las sentencias particular
es como tal, sino que intentando pensar el pensamiento, busca tomar las sentencias en serio, es decir, en dirección hacía su tratamiento de lo esencial. Si atendemos a esto, lo esencial es finalmente lo importante, lo que interesa, incluso lo que llama y exige ser pensado, por ello, lo esencial no es sino el tiempo. La temporalidad del propio acontecer de lo dicho en una sentencia. Cómo el título anuncia, esto pretende ser una confrontación entre dos pensadores, Darwin y Nietzsche –meditación que debe abrir el claro desde donde tendrá sentido el resto de esta investigación. En esta confrontación, y en consonancia al problema estructural que la presente investigación plantea, nos preguntamos cómo fue posible pensar la teoría de la evolución o la metafísica de la voluntad, cuestión que depende en última instancia de dos aspectos, cuáles fueron los herramientas empleadas en tales pensares, y bajó que método o técnica se emplearon estás, es decir, qué mundo[28] hizo posible la producción de la teoría de la evolución de las especies así como la metafísica de la voluntad de poder. Partimos de que ambos pensares fueron desde el principio pensados al interior de proyectos nacionales que buscaban imponerse los unos sobre los otros en la carrera por el continente africano y el suroeste asiático, esto a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Tal proposición no conlleva de ninguna manera una posible alusión a que la producción intelectual de Charles Darwin o de Friedrich Nietzsche fueran como tal, productos ideológicos elaborados con un fin político nacionalista específico. Sin embargo, en un posible estudio sobre la efectivamente acaecida recepción de tales trabajos, la cuestión que pretendemos abordar en esta sección no podría ser simplemente obviada. Por el momento nuestro análisis busca comprender el surgimiento y la representación de algunas cuestiones problemáticas al ámbito de lo común del imaginar, del comprender y del explicar en el mundo decimonónico por parte de sus contemporáneos. Nos inclinamos a pensar que de la comprensión histórica de estas cuestiones depende en última instancia la explicación del cómo se produce una divulgación –vulgarización– del pensar especializado, ya sea científico, filosófico o artístico en el tránsito del siglo XIX al XX.[29]

Entre una nota extraída de El origen de las especies de Charles Darwin y el inicio del aforismo 58 de La gaya ciencia de Friedrich Nietzsche, titulado “¡Sólo en cuanto creadores!” cabe iniciar una aproximación arqueológica que intente nombrar el horizonte común que habilitó el pensar de ambos. La nota de Darwin, que extraemos del segundo capítulo de la obra en cuestión, titulado “La variación en la naturaleza” reza como sigue:

A veces, los autores razonan en un círculo vicioso cuando afirman que los órganos importantes no varían nunca; pues, como han confesado honradamente algunos naturalistas, estos mismos autores clasifican prácticamente como importantes aquellas partes que no varían, y, desde este punto de vista, jamás se hallará ningún ejemplo de una parte importante que varíe; pero desde cualquier otro punto de vista, seguramente se pueden presentar muchos ejemplos.[30]

Por otro lado, el aforismo 58 de La gaya ciencia de Nietzsche inicia así:

¡Sólo en cuanto creadores!.- Hay algo que me cuesta y que no deja de costarme siempre los mayores esfuerzos: comprender que es muchísimo más importante saber cómo se llaman las cosas que lo que son. La creencia en la reputación, el nombre, la apariencia, el valor, el peso y la medida habituales de una cosa – que en principio fueron algo erróneo y arbitrario que cubrió a la cosa como un revestimiento totalmente extraño a su naturaleza e incluso a su epidermis– , la creencia en todo eso, digo, transmitida de generación en generación, se fue convirtiendo en el cuerpo de esa cosa en solidaridad de algún modo con su crecimiento más íntimo: ¡la apariencia primitiva acaba siempre convirtiéndose en la esencia y actuando como tal! ¡Qué locura supone pretender que bastaría denunciar ese origen, ese velo nebuloso de la ilusión para aniquilar ese mundo que consideramos esencial y al que llamamos “realidad”! ¡Sólo podemos aniquilar siendo creadores! – Pero no olvidemos tampoco esto: que basta crear nuevos nombres, nuevas valoraciones y verosimilitudes para crear a la larga “cosas” nuevas [31]


Si bien a ambos planteos cabría leerlos desde aquello que tan impunemente llamamos vitalismo, el rendir homenaje a uno como a otro autor debe abandonar tal horizonte como también cualquier otro ismo, pues pensar lo esencial implica tener la imprudencia y el coraje de dar un salto en dirección a la cuestión del ser.

Para iniciar con Darwin, es prudente señalar que en las ediciones más recientes a El origen de las especies se tiende a omitir que ésta obra posee un título más largo, El origen de las especies por medio de la selección natural o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida. Con tal título, no haría falta saber nada más sobre dicha obra en tanto se pueda entender que la selección natural es la que origina a las especies, y que la proposición “origen de las especies por medio de la selección natural” es una formulación equivalente a la de “conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida”. Sin embargo, tal evaluación tendría antes que preguntar qué es “especie” y si tal concepto junto al objeto que señala, es como tal equivalente al de “raza”, allende de preguntar para complementar el estudio hermenéutico, qué señala y cómo lo señala el concepto “selección natural”, ya que “selección natural” en tanto evento original de las especies, es como tal la esencia de la vida[32]. Esto mismo se deja ver en que el mecanismo descrito por Darwin para comprender la selección natural se denomina “lucha por la vida”, fórmula que señala el propio vivir de la vida. Por ello y a pesar de parecer tautológico y contrario al propio círculo vicioso del pensar denunciado por Darwin, el fenómeno “vida” acontece en y mediante la “lucha por la vida”, definición que por demás es formalmente la misma expuesta por Hegel en la Fenomenología del espíritu de 1807, a saber, que la vida es “ el todo que se desarrolla, disuelve su desarrollo y se mantiene simplemente en este movimiento”.[33]

Pero este mismo principio, la vida como el todo a la par de lo originario del todo y por tanto motor de ella misma, también en la filosofía de Nietzsche tiene un papel fundamental, pues incluso los conceptos “vida” “devenir” o “voluntad de poder” son términos equivalentes. Dice Nietzsche en Así hablo Zarathustra sobre la vida y su esencia: “Este secreto me ha develado la vida: ‘Mira – me vino a decir –, yo soy lo que siempre debe superarse a sí mismo.”[34] Adelantándonos un poco en el análisis, Nietzsche continúa este mismo pasaje en una alusión y oposición a los principios explicativos derivados del darwinismo:

Vosotros llamáis a eso voluntad de engendrar, o instinto de los fines, de algo más alto, más alejado, más diverso: pero todo eso es una sola y la misma realidad, un único misterio.

Prefiero hundirme en mi ocaso y renunciar a esa única cosa; en verdad, donde haya ocaso y otoño, allí la vida se inmola a sí misma – ¡por el poder!

¡Yo tengo que ser combate y devenir, y finalidad, y contradicción de los fines! ¡Ay, quien comprenda mi voluntad comprenderá también las sendas tortuosas por las que tengo que caminar![35]

Claro que aquí comienza a percibirse una diferencia estructural que para poder comprender y señalarse requiere aun de una inmersión mayor a las proposiciones de ambos autores. Pero antes de continuar se impone la necesidad de resaltar los problemas que entre la ciencia de la biología y la gaya ciencia resaltan en relación a esta investigación.

Como última puntualización antes de proseguir y aun cuando no sea propiamente nuestro tema, cabe plantear que detrás del vitalismo se esconde una colonización intelectual y cultural –una voluntad de poder–, dentro de la cual ambos autores se transformaron en rehenes de sus propias naciones, sin ser ellos mismos voceros y sus obras panfletos del afán imperialista. –Tal cuestión es importante pues permitirá apuntalar una dirección del horizonte histórico-cultural que permitirá dar una posible explicación a un problema de la historia intelectual, a saber, la preocupación del modernismo por el tiempo y la clausura de tal problema en sustitución de la cuestión del espacio, que estará por demás decirlo en este momento, pero forman entre ambas cuestiones un solo problema.

Esto implica que detrás de la gesta de Occidente por el conocimiento y el dominio de la naturaleza en tanto técnica y verdad, se esconden motivos y prácticas políticas de primer orden, prácticas además de las que por no querer ser ingenuo –lo que no implica el efectivo no serlo– no se pretende argumentar que haya o quepa sacar de la ciencia y el conocimiento. Por el contrario, pretendemos señalar algunas de estas políticas “fundadas” en la divulgación – eufemismo de vulgarización – ideológica de obras como El origen de las especies o La voluntad de poder y Así habló Zarathustra..

Las categorías y conceptos darwinianos, si bien hicieron aprensibles epistemológicamente a la ciencia biológica fenómenos como el origen y el devenir de las especies, no debe pasarse por alto que al tiempo son las miasmas que se encuentran predispuestas a la función política de la institución científica decimonónica. El evidenciar una serie de fenómenos disponiéndolos como la entidad del ente vida y no como el ser del vivir, es decir, el ser-viviente de aquello que está-ahí, oculta un consumir determinado de esa “cosa”. Incluso ya el concepto “vida”, al disponer del vivir como si fuera algo en posesión del ser-vivo; y sólo por ello susceptible de ser apropiado, coloca al ser del ser-vivo a la disposición del manejo político y económico de aquél que logre denominar a un ente con tal o cual nombre. Ojo, por que la denominación de la disposición es un acto público, un evento significante que otorga sentido al fundar el algo de eso, es decir ¿quién leyó, para quién eran útiles las teorías evolucionistas? ¿Cómo se hicieron útiles? Responder al “para qué se hicieron útiles esas especies” da la pauta para responder también la cuestión de para qué se hizo útil la teoría evolucionista. Allende se encuentra la pregunta por el cómo la vida se tornó problemática.

Con lo anterior no se pretende decir que Darwin fuera un conquistador o un colonizador, pero sí se trata de evidenciar esa oscura e ingenua objetividad que suele privar en gran parte de los acercamientos a de la historia científica.

Para poder dar una respuesta al problema del devenir de la vida y la necesidad de entenderlo en la institución científica británica, debe antes preguntarse cómo emergieron ambos problemas. En el indagar cómo la vida se volvió problemática no debe perderse de vista que ambas cuestiones, el devenir de la vida y la necesidad de entenderlo, no son disociables a la propuesta darwiniana de la lucha por la existencia de los más aptos. Ella es justo la respuesta al problema en cuestión. Por tanto cabe preguntar ¿qué es la lucha por la existencia dentro de El origen de las especies?

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