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miércoles, 17 de julio de 2013

Conciencia, tiempo y representación | Tres | 3. El crack de la representación

Marcel Proust in 1900
Marcel Proust in 1900 (Photo credit: Wikipedia)


3.- El crack de la representación.



El ser narrador no debe ser confundido con el ser del individuo fáctico llamado Fiodor Dostoyevsky, Marcel Proust o James Joyce. El ser narrador como subjetividad es aquel que forma una tríada en tanto ser-narrador con el efectivo narrar y lo narrado por el narrar, tríada que muy bien puede perseguirse en la tríada del ser-narrador, el ser-protagonista y el ser-autor. La posición, el valor, así como el papel del ser-narrador está estrechamente vinculado a los otros dos elementos constituyentes del fenómeno narración, de entre los cuales esta investigación postula al efectivo narrar como primer término fundante del valor del ser-narrador por un lado y del ser-narrado por el otro.


La descripción del proceso histórico total que de cuenta de las transformaciones operadas entre el acto del narrar, del narrador y de lo narrado a lo largo de mas de 2,500 años es un proyecto al que por el momento hemos de claudicar al ser un estudio mucho más complejo, ya que el ser literatura de la literatura no se agota, y siquiera comienza en el momento de ser narrada, sino en el efectivo ser leído o escuchado que aconteciendo sobre lo narrado, le otorga el ser a la narración transformando al texto en mundo.


Dichos aspectos, para abordarse, requieren de abismar continuamente los resultados hermenéuticos, lo cual no quiere decir sino que la obra, sea poesía, literatura, arte, pintura o cualquier otra, antes incluso de ser un hecho histórico, es un acontecimiento histórico al que cabe interrogar por sus coordenadas temporales, es decir desde cuándo y hasta cuándo deja de acontecer.


Añorando esta lejana Ítaca, y de lleno enfrentados a los cantos de las sirenas, en términos de investigación histórica la individualidad fáctica de Fiodor Dostoyevsky, Marcel Proust o James Joyce es susceptible de ser captada e interpretada si nos interesase –como de hecho lo es pero en términos no biográficos, sino de realización de la obra, es decir, interpretación hermenéutica de las prácticas poéticas –, desde el horizonte que constituye al ser-narrador como vértice del fenómeno narración.


Dicho vértice requiere hermenéuticamente de una contraesquina para acontecer efectivamente, pues como tal, no existe ser-narrador, ni la efectiva acción del narrar, sin suceder a la par el acto de leer o escuchar. Es decir, en la relación entre un dispositivo de representación que sirva para narrar y algo más susceptible de ser-narrado, el acontecer de un claro opera cuando el autor de estas líneas leyó, como cualquier otro puede leer del modo que le plazca, las obras que se analizaron en esta investigación. Tal relación de correlato es lo que cabe concebir como el acto del pensamiento.


En el medio de la totalidad del acontecimiento poético, acontecen muchas más lecturas, que precedentes, posibilitadoras e incluso intermediarias de las que el autor de estas líneas realizó –la del autor con su obra, la del editor original, la de su traductor, la de su editor en la lengua extranjera, etc. – tendrán que ser obviadas, pues tampoco se trata de captar la totalidad de una poética como de hecho intento el bueno de Jean-Paul Sartre con Gustav Flaubert y las más de tres mil páginas –por si fuera poco, incompletas además— de El idiota de la familia. La pregunta insoslayable que aquí se implica es la de las condiciones de posibilidad de la totalidad de una poética,[205] y no el ejercicio imposible en tanto descripción total de las condiciones que intervienen en toda creación


Para comenzar a abrir el vértice presupuesto a nuestra lectura, es indispensable que nuestra investigación se pregunte cómo ocurre el ser narrado de lo narrado. Con ello, el análisis desde lo narrado y su ser narrado, debe interrogar y en oposición a nuestra lectura, por el cómo emerge el ser narrable de lo narrado, es decir, cómo es historiable lo que se somete como tal. Así nos topamos con las figuras del extrañamiento, pues lo que no se entiende inmediatamente de cotidiano, aquello que requiere ser mediatizado debido a su opacidad, a la falta de claridad y referencia a los lugares comunes, es lo que se pone por excelencia como objeto intencional: lo narrable al narrar de la narración.


A su vez, pese a ser lo extraño lo que nos motiva a leer para proponer el crack de la representación y la emergencia de nuevas realidades de manos del modernismo y sus nuevas representaciones, no debemos suponer así como así que lo claro o lo normal no sea o deje de ser digno de ser narrable, pues por ejemplo y como acontece en mucha de la narrativa del tránsito del siglo XIX al XX denominada como costumbrista —de donde requerimos antes que nada deslindarnos del ismo –, los temas y sus tratamientos son lo más cotidiano, de hecho la cotidianeidad misma.[206]


La narración como práctica por otro lado, ya siempre se juega dentro de un ámbito de definición, y en conjunto, constituye parte estructural del ámbito de posibilidad categoríal sea la narración científica, artística o inclusive, la cotidianeidad misma. Tal enfoque nos conduce a varios problemas, entre ellos y tal vez los más importantes, al problema de la significación y el problema de su necesario estudio histórico en tanto procesos ocurrentes de significación.


De facto desentendemos que la significación sea un proceso histórico-efectuál donde se involucran procesos formales que sólo en apariencia son atemporales o metahistóricos, pues antes concebimos a las formas como herramientas que poseen un ámbito de posibilidad categorial. Para captar su esencia es fundamental no solo observar, describir y clasificar los tipos de casos en que ocurre la forma A, la forma B, la forma C o la forma N, pues antes bien, son el comprender y el interpretar –que ya ocurren en la escritura misma como uso de las herramientas –, los que hacen a las formas ser formas.[207] A tal respecto nuestra hipótesis del primado hermenéutico por sobre lo metahístorico, significa que son el comprender y el interpretar los que hacen a las formas ser formas. De tal manera, que en tanto toda comprensión e interpretación son el despliegue narrativo de una historia, es que hablamos entonces de historiográficidad hermenéutica.[208] Si es tanta e inevitable la obsesión por fijarse en las formas, el cómo y el para qué de las formas en su existencia habría de ser el horizonte desde el cual tienen que ser interpretadas, pues ellas, antes que nada, son modos con los cuales se efectúa el evento significador. Ellas, impresas sobre un acontecimiento significativo, llevan a éste último a la significación, es decir, al proceso siempre histórico de asignación, comprensión, interpretación y explicación del sentido.


Así plateada la cuestión, el acaecimiento de una forma –el evento significativo –, es la formación o incluso, la transformación de algo como algo y de alguien como alguien, (es decir la transposición que ejecuta la metáfora[209]). La utilización parte necesariamente del evento significante que siempre es concurrente en calidad de requisición de sentido, y por tanto, subyacente en un sentido primario a la cuestión de la técnica en función del sentido. Forma y técnica constituyen un solo proceso, que como tal, y en tanto se persiga la esencial dimensión histórica del fenómeno de la representación, no deben ser despreciados o separados impunemente, pues el par técnica-forma constituye la formación o transformación del mundo desplegado por la representación. Allende esto, tampoco puede olvidarse que la forma y la utilización de ella en tanto técnica, como “elementos” del evento significante, operan ya siempre sobre algo más, algo que junto al polo que es el acontecer significativo –el cual requiere significado para ser acontecimiento –, acontecen como tríada inseparable junto al material sobre el cual se forma algo mediante el empleo de una técnica, siendo justo aquí, en la cuestión del empleo, donde acontece originalmente la poiesis, es decir, la producción.


El empleo de la narración en tanto narración se llama lectura, y es por ello que la lectura también es poiesis, en tanto el consumo clausura y reinicia la producción en su calidad de antítesis. El porqué el consumo es producción radica en que durante el consumo de narrativa por ejemplo, se produce el ser-lector del lector, además de que cuando ya antes el narrador al emplear una técnica, utiliza y por tanto consume unas formas en el hacer de su técnica sobre algún material.


Disculpándosenos la regresión al ejemplo del vaso de café, el “vaso de café” es una herramienta que habilita una práctica efectiva, es decir, un uso puntual con el objeto ahí puesto por una circunstancia procesual específica, que en este caso es la de ser-ejemplo a una cuestión de teoría pragmática. El material de esta “forma lingüística” es la susodicha expresión “vaso de café”. El no tomar en cuenta el ser de la forma, su temporalidad, constituye el motivo fundamental de la insuficiencia de todo análisis que tome las formas o los contenidos de las formas como aquello que se busca comprender, pretendiéndose además en ello, dar cuenta del fenómeno de la imaginación o de la emergencia de la conciencia histórica. Pues cuando el análisis cree llegar a la verdad de una “estructura ideal-típica de la ‘obra histórica’”[210] que sirva para clasificar toda representación en potencia, sólo arriba al donde o al sobre lo cual opera la primera –¡y sólo la primera! – parte de la conformación de sentidos, entre los que efectivamente cabe concebir a la conciencia histórica. Tal ejercicio, pese a su acercamiento, se mantiene a las puertas del la comprensión del acontecer del ahí del Dasein, ignorando por tanto la temporalización y permaneciendo nada más en el supuesto “orden temporal en que ocurren” los acontecimiento, es decir, lo cronológico.


Sin embargo, tal poder concedido a la forma no constituye lo más grave. En el paso de lo anterior, se continua y se fortalece la opinión de que la potestad de asignación de sentido al evento significativo, le pertenece a un agente individual, que gozando de no sabemos qué poder especial, dispone de las formas para mediar y elaborar la representación del supuesto “registro histórico sin pulir”. Tal opinión desprecia de fondo el carácter social de la poiesis,[211] pues de facto se descarta que la supuesta “estructura profunda de la imaginación histórica” por más teórica o especializada que sea, no puede sino estar anclada en esos mismos presupuestos registros sin pulir, sin formar.


La poesía, como la belleza y el amor, no son fenómenos extraordinarios al que sólo unos cuantos puedan acceder; que no se registren es otra cuestión. Por ello mismo el conocimiento del saber histórico no puede fincarse en lo extraordinario de un evento como el registro. Que tristemente así ocurra la mayor parte del tiempo, encuentra su causa no en el carácter sorprendente, mínimo o exquisito de aquello que sólo es la manifestación de un criterio estético, sino justo en la valorización del fenómeno estético por tal criterio, criterio que termina, además, por cerrar las puertas a la vocación creativa. Nosotros buscamos la apertura, y por ello lo que llamamos mundo no es nunca un registro sin pulir. Contrario a esto, mundo es el ámbito gestado-gestivo-gestor que la poiesis está ya siempre poetizando. Más importante que el registro es lo que no se registra, y con su ignorancia, se hace notar cual silencios del discurso. Nuestros criterios de lectura no han de ser más que eso, criterios, que en caso de insuficiencia, ineptitud o anquilosamiento, han de ser sustituidos en aras del poder atender aquello que ha quedado excluido de la atención del “registro”, el tiempo y la acción en términos de nuestro estudio.


De tal forma lo que se busca someter a comprensión e interpretación para poder explicar un problema, no es la forma o el contenido como tal de una representación, sino el empleo efectivo de la forma y del contenido en tanto ambos abarcan, a pesar de que los conceptos no rindan y los registros no lo indiquen propiamente, al representar.


Cabe entender que tal representar incluye en su acontecimiento puntal la actualidad de las dos instancias extremas que lo hacen ser acto, el ser-representación de la representación, y el ser-representado de lo representado. El empleo tanto de uno como de otro en la siempre ocurrente representación, no está determinado solamente por el uso ideológico del artista, el poeta, el orfebre, o en general, el productor de algo, sino en el uso efectivo de lo producido por el producir. Por tanto, requerimos de una doble lectura, que desde lo que se presenta frente a la insistencia de nuestros modelos y criterios “ingenuos”, logre per-cibir lo que ha sido escondido, recluido, fetichizado y explotado impunemente, el proceso productivo de las obras en cuestión: su poiesis. [La necesidad de la doble lectura una vez se devela que el ser-narración de lo narrado adviene desde el efectivo ser leido que el otorga pertinencia a la palabra del poeta]


Lo que nos interesa es el sentido de la representación, es decir, el mundo desplegante y desplegado que concurre en el representar. Un estudio histórico del uso efectivo de algo, de las prácticas históricas del representar, debe aceptar que lo estudiado es un plano “trascendente” a eso metahistórico que se suele estudiar en tanto modos de la trama. El enfoque metahistórico sólo logra confundir y colocar una vez más a lo histórico-existente como mera proyección de formas ideales-perfectas que la metafísica tradicional de Occidente tanto se ha empeñado en sostener. Peor resulta el conducir tales análisis a la descripción de un plano trascendental que se suele denominar “conciencia histórica” entendiendo con ello la historicidad fundamental desde su producto final, atribuyendo al consumo per sede la historia –deseo de experiencias –, el papel de motor de la historicidad.[212] El único plano trascendental que aquí tratamos de abordar, comprender e interpretar no es otra cosa que lo más allá a la representación, más no por ello antitético u opuesto como esperamos podrá observarse en lo expuesto hasta aquí, es decir, el mundo.


Las formas, las técnicas y los materiales sólo son un pretexto para estudiar aquello que realiza el lenguaje, sentido. Para entender tal cuestión, es fundamental arriesgar una proposición que sonara bastante extraña de principio, pues el concepto principal empleado en ella aun no alcanza tratamiento en esta exposición. De cualquier manera, el principio para expresar el estudio del sentido que realiza la representación se expresaría diciendo que: la poesía nunca parte de la nada, y sin embargo, siempre parte hacia ella. [Cuarta tesis sobre el lenguaje o la poesía] Tal proposición se complementa si se puede explicar que lo que hace a la poesía ser-poesía no es otra cosa que la lectura de ella, es decir, el ser-leída, acto que siempre como advenir –futuro – está o es actual, como ausente o ausentarse, en el presentarse de la representación al representarse.


No se confunda, insistimos en ello, el posible ser-leída de la poesía con un supuesto acto en potencia frente al acto necesario del estar-ahí del texto. El estar ahí que sucede en la poesía, sucede como proceso significativo-significante entre dos ámbitos cronológicos incomunicados de principio, que sin embargo se encuentran ya hermanados por algo fundante-fundamental, el acontecimiento temporalizador indisociable que es la escritura-lectura. En tal sentido, dicha ausencia actual y no en potencia, es un abismo siempre presente en su calidad de vacío. De hecho todo texto es texto en la presuposición del mensaje que soporta, la comunicación que pretende y que la hace una con la comunidad que comprende el mensaje


Por esto, aun cuando parezca escandaloso, esto implica que no existen los libros o las novelas o las obras historiográficas, siquiera los documentos o los informes. De hecho, cualquiera de estos objetos ya de suyo son formas abstractas-ideales del acontecer escritura-lectura actuante. Los géneros literarios son, por ello mismo, sólo formulaciones abstractas/abstractivas del ser-poesía de la poesía. Cuando se sostiene una novela entre las manos y se fija la mirada en ella durante el acto de la lectura, no acontece una novela, sino aquello titulado como Moby Dick, Los detectives salvajes, o Fluyan mis lágrimas dijo el policía, y que como tal, despliegan un mundo latente y por ello mismo vivo entre sus páginas. La obra antes que nada es un obrar, antes de ser una cosa o un hecho, es un acontecimiento.


Los temas de las técnicas, las formas y los materiales de la representación, siempre tendrán un papel colateral y secundario, ya que como meros soportes del acontecimiento fundamental, son aquello mediante que, se da el juego de la representación, el mundo, o si se prefiere “la realidad” abrigada por la representación. Existir mienta por tanto, la recepción de tal estructura en términos de la realización efectúal de tales medios. De tal manera que en última instancia, la realidad es lo que separa a dos representaciones, e inclusive a la misma representación en dos momentos estructurales, en tanto por ejemplo, una novela es-escrita, para luego, al ser-leída, ser vuelta a representar, ganándose en ello un ahí para el ser-ahí.[213]


Eso que siempre falta en la representación, el hacia dónde parte ella, es el horizonte escatológico de la relación contenido-forma, siendo esto como tal, lo que de común llamamos realidad. Por ello podemos decir que la realidad no existe, está por realizarse y ser existida por Otro.


El resultado de la representación –las cosas últimas contenidas en ella –, no es más que lo real de ella, su efecto. Por ello, lo que vemos cuando vemos, es decir, lo empírico, es siempre ya visto desde el ámbito de posibilidad categorial que es lo jugado por el juego de la representación y se actualiza siempre en el uso efectivo de una cosa ahí situada.[214] Tal consideración llevada al ámbito de las ciencias, implica que todo análisis conlleva siempre la pertenencia a un ámbito de posibilidad categorial conformado históricamente y por tanto, precedente.[215]


Aquí llegamos propiamente al objeto de estudio de la presente investigación, pues aun no se responde cómo se forma y transforma el ámbito de posibilidad categorial –eufemismo para abordar el de dónde y hacia dónde parte y abre la representación –, pues es esencial observar cómo se mueve y cómo se producen las innovaciones dentro de él. De principio es fundamental preguntar qué tipo de objeto es.


Una innovación en el campo de posibilidad categorial nunca es producto de un solo individuo o siquiera de un grupo. La transformación del ámbito de posibilidad categorial tampoco acontece de súbito en una especie de mutación metafísica. Por el contrario, la transformación del ámbito de posibilidad categorial acontece en el proceso mismo en el cual una cultura busca[216] nuevas herramientas y nuevos usos de aquellas ya disponibles. La pregunta en todo caso es ¿cuándo se procede en el claro del uso continuo, a la creatividad, a la búsqueda de nuevas formas expresivas, de nuevos modos de lectura de la “realidad”? ¿Qué herramientas se disponen en tan peculiar empresa, y cómo se utilizan? En relación a estas interrogantes es que la cuestión por la imaginación no es sino la pregunta por la innovación técnica.


Para comprender esto dispóngase de nuevo de una imagen, pero ya no más vasos de café. Imagínese que es el ámbito de posibilidad categorial un terreno. Para emplearlo hay que desbrozarlo, nivelarlo, e incluso purificarlo mediante algún uso ritual que sacralicé y bendiga el terreno, pues dicho terreno quiere y requiere ser empleado para algo más, sea una casa, un hospital, un centro comercial, una escuela o un parque. ¿Cuáles son las herramientas que se emplean, cómo se emplean en dicho proceso y quiénes terminan siendo los artífices de ese algo en que se busca transformar el terreno desde que se dice “hagámoslo aquí”, se coloca la primera piedra y se corta el listón que inaugura una época señalando de antemano una ruptura? Nótese que lo que nos mueve y nos vuelca a investigar de esta manera es tal proceso productivo y no así el resultado efectivo de la producción. De hecho, la investigación presente pretende ser un resultado efectivo del proceso productivo mismo que investiga.


Las herramientas constituyen la presencia fáctica de aquello que llamamos cultura, sin saber bien a bien qué es lo que mentamos como tal. El concepto ámbito de posibilidad categorial busca definir no sólo al fenómeno mundo, sino la mundanización de él en tanto formas y prácticas culturales. Éstas parcelas, huertas o sementeras del existir son las que conforman el ahí donde ocurre el existir humano, gestándose, creándose y reproduciéndose la cultura y el mundo. Nietzsche contemplaba la cuestión de la cultura en estos términos: “Alrededor de un héroe todo es tragedia; alrededor de un semi-dios, todos son sátiros; alrededor Dios, todo es… ¿qué será? Quizá universo…”[217]. Pero ¿para nosotros, en la imposibilidad de mentar al hombre, y en la obligación de ser continuamente yo, en qué se nos ha convertido el rededor?


El uso de estas metáforas conlleva riesgos inevitables los cuales se aceptan siempre y cuando se descarte categóricamente que el ámbito de posibilidad categorial sea algo físico, algo material. La cultura misma no es algo, ella misma no es el producto del producir, sino el proceso del producir algo. Ella es el plexo de relaciones y prácticas culturales, que aun cuando suene tautológico, conforman un mundo de todos y ninguno. El ámbito de posibilidad categorial como objeto de la investigación es propiamente el trasmundo donde se hace posible aparezca tanto lo que aparece como el ahí donde aparece. Si se prefiere ver así, el ámbito de posibilidad categorial no sólo es un eufemismo para el fenómeno mundo o para la cultura del mundo, sino que es un eufemismo para estudiar la metafísica de una cultura. Por ello, el ámbito de posibilidad categorial, a pesar de no ser algo, es aquello que habilita la aparición de todo algo. Aparición es siempre significación con sentido del algo emergente en la representación, y esto es lo que significa el concepto fenomenológico de fenómeno. El sentido ocurre en el consumo de la representación, o si se prefiere, en la recepción. Así, el ámbito tiene una facticidad que se factualiza de cierto modo en un género específico de práctica cultural, que al caso de esta investigación, se trata de ciertos géneros de prácticas representacionales que involucran literatura, pintura, filosofía, física teórica, teoría biológica y teoría psicoanalítica.


Deslindando y puntualizando conceptos, “episteme”, “espacio de la representación” o “campo enunciativo” con sus salvedades y diferencias, son conceptos que describen al lugar “físico” que hace posible la relación efectiva de denominación de algo, es decir, la representación, el lugar donde aparecen los fenómenos.


La diferencia entre el espacio de la representación y la representación es la misma que existe entre el terreno y el algo arquitectónico producido y ocupando el terreno. En ello, no debe escapar de vista que sucesivamente, el algo arquitectónico producido en el terreno, puede sucesivamente tornarse en un nuevo terrero dispuesto para la producción, siendo por ejemplo sus paredes para ser decoradas o incluso para colgar pinturas en el caso de una galería o un museo. El ser-construido, el ser-habitado o el ser-espectador de lo producido, constituyen propiamente aquello que cabe nombrar como fenómeno, pues repitiendolo, el fenómeno es como tal la aparición del ser de algo. Una pintura es una representación, pero también lo son una teoría científica, un teorema, un tratado filosófico y toda actividad práctica en que las personas utilicen formas, técnicas y materiales para referirse a algo que no está forzosamente presente, cuestión por la cual es re-presentación la representación.[218]


Después de explicar al ahí del ser-ahí, es indispensable explicar cómo se esencia o acontece el ser del ser-ahí. El ser es, en lo representado, el retrotraimiento o la anticipación del ahí existente reinaugurado por la representación. Esta reinauguración del ahí existente es como tal el ahora al ser fundado en tanto re-presentado en el representar. Pero el ahora re-representado, al ser retrotraimiento, debe provenir de algún lado, y esto no es otro más que el advenir de la representación, que como posibilidad ya presupuesta y actual — recuérdese la lectura—, es lo que finalmente permite que, al ser advenido por sobre lo retrotraido, acontezca un presente con sus presencias. Así, de súbito, uno se encuentra en la presencia de una obra pictórica al entrar a una galería, o se encuentra también uno en el presente del ahora, cuando fastidiado por las clases o esta lectura, mira el reloj y dice “¡Carambolas, cuánto falta, falta mucho!”, extendiéndose así el presente ante la expectación de aquel que desespera por lo que viene ocurriendo.


Sólo por ello es el presente lo definible, y la definición misma de todo aquello que es simultáneo al definir y a lo definido por el definir. La relación de la acción definir, el ser-definido del algo, junto con la definición del algo, es por tanto la fundación y refundación del sentido en el acto total.


Por ello, en tanto estructuras del sentido, el presente se extiende hasta donde sea posible ser extendido, hasta donde lo fundamental sigua conservando el fundamento y no caiga en lo infundado, en lo absurdo. Las estructuras del sentido imponen una frontera que rodea al ser frente a la nada. Por tanto, el ámbito de lo fundamental es el resultado de la relación de significación donde se utilizan formas y técnicas que son a su vez el resultado de relaciones de significación precedentes. Pero no debe confundirse el proceso de pertinencia de las relaciones de significación con un proceso lineal y cronológico —sistema causal aristotélico– como esperamos se pueda inferir de la especificidades del retrotraimiento, del advenir sobre este y del presentarse la representación. Si se quisiera ver gráficamente tal proceso, constituiría antes bien un eterno retorno de lo mismo en tanto la efectividad de las prácticas, y el proceso de las mismas, genera nuevas formas y nuevas técnicas que se convierten oscilantemente en prácticas efectivas y procesos de significación. Pero aun con esto, se pide encarecidamente no se busque representar geométricamente tal hecho mediante un circulo u espiral, pues las posibilidades categoriales del espacio de la representación de la geometría euclidiana no satisfacerán nunca las exigencias que siquiera la expresión eterno retorno de lo mismo logra capturar. No es para nada gratuito que contemporáneo al desarrollo del núcleo filosófico que nutre a nuestra investigación, se hayan generado las primeras geometrías no-euclidianas, como de hecho lo son la teoría de la relatividad general y especial de Einstein, o la teoría del campo unificado del propio Enstein y Podolsky.[219] La temporalidad no se puede graficar porque de facto toda graficación es posibilita desde un ámbito categorial específico que llamamos de común geometría euclidiana.


Nuestro entendimiento, –léase por tanto nuestras prácticas del pensar—, no se ha transformado aun lo suficiente como para concebir de un modo “natural” las figuras topológicas de las geometrías no-euclidianas. En este mismo sentido, cabe preguntar y reflexionar por la extrañeza y perplejidad que producen, y durante décadas aun producirán las metáforas bizarramente vivas para entender fenómenos tales como la curvatura del espacio, los saltos cuánticos o los famosos hoyos negros, frente a metáforas tan bellas pero tan muertas como la de una manzana podrida que cae desde el árbol al suelo por efecto de su propio peso – o hedor.



* * *


Es finalmente, en problemas propios de la historia de las ideas, donde se finca esta investigación. El cómo es posible pensar no puede seguir siendo pensado en tanto cuestión desde el naturalismo, el evolucionismo, el materialismo, el marxismo, el historicismo, el existencialismo o cualquier ismo que afortunadamente van cada vez siendo menos, y más ridículos y por ello más descartables prontamente, más no así sus efectos devastadores, lamentablemente. El cómo es posible el pensar necesita ser comprendido de principio desde el para qué preguntar tal cuestión, a la par que debe interrogarse por cómo se puede formular dicha cuestión. En las consideraciones precedentes, es el responder cómo se puede representar un problema y cómo aparece algo en tanto problema a un ámbito práctico determinado, lo que nos da la pauta para imaginar nuevas disciplinas historiográficas, nuevos modos de imaginar y representar lo temporal y no así al tiempo. Pero para imaginar nuevos mundos posibles, nuevas realidades, nuevos futuros, para tener de nuevo esperanzas, es también necesario e indispensable hacer teoría. Si preguntamos para qué se puede pensar, el qué y el cómo del pensar deben ser contemplados y dirigidos como elementos esenciales, que sin dejar de formar parte de fenómenos existentes, aparecerán en un futuro no muy distante y justo en relación de la relación misma que logremos esbozar. Como siempre, en esto, la poesía será nuestra mejor amiga. En el camino hacia la filosofía de la historia, y por nosotros mismos, más nos vale no traicionarla





Coro. —Los dejo; de tu palabra y de tu mano confío.


Rey. —Vete a la sombra del sagrado bosque.


Coro. — ¿Podría un abierto bosque protegerme?


Rey. — ¡No te entrego a las garras de las aves de presa!


Coro. —Pero sí a hombres peores que dragones.


Rey. —A quien palabras buenas dice, con buenas palabras le respondes.


Coro. —No es cosa de admirar que el temor me haga impaciente.


Rey. —Un temor sin límites nadie dominar puede.


Coro. —Alegra mi alma con palabras y hechos.







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[205] La cuestión técnica, su autonomía, Aristóteles, y qué dice Hegel


[206] A su vez, si preguntásemos cómo y para qué las costumbres se requieren representar, pronto descubriríamos que ellas no son tan claras como creemos. Tal vez sí para los sujetos a ellas, más no así para el escritor, ya que por alguna u otra razón, requiere re-significarlas. En este sentido, las palabras del preclaro Herodoto de Halicarnaso serán por siempre, más allá de aparatos críticos, cientificidad o innovación narratológica, la puerta para entender por qué algo requiere ser narrado. Dice el griego: “La publicación que Herodoto de Halicarnaso va a presentar de su historia, se dirige principalmente a que no llegue a desvanecerse con el tiempo la memoria de los hechos públicos de los hombres, ni menos a oscurecer las grandes y maravillosas hazañas, así de los griegos como de los bárbaros” Herodoto, Los nueve libros de la historia, trad. de Bartolomé Pou, México, Porrúa, 2002, p. 11. Si continuáramos preguntando y sin ser aun lo bastante quisquillosos, abriésemos el horizonte en la dirección del por qué pasan desapercibidas o se olvidan obras y autores a pesarde contener en sí el motor de la historiografía, el afán de rescate de la memoria, como de hecho lo es también para la poesía ¿a qué conclusiones podríamos llegar? ¿Quién canta por los autores? ¿Por qué se rescata del olvido la instancia que pretendía ser guardiana contra él? Esto nos debería llevar en la dirección de la pregunta por la investigación historiográfica como tal, pero en fin, sirva como pretexto la respuesta del Aedo a Nmosine que le pide no me olvides, para continuar la reflexión ,oh , mi querido lector: “Canta oh musa la cólera del Pélida Aquiles, cólera funesta qué causó muchos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves – se cumplía la voluntad de Zeus – desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres y Aquiles, el divino”, Homero, La Iliada, México, Grupo Editorial Tomo, p.15. Resulta por demás irresistible, no detenerse a realizar un análisis entre estas dos sentencias inaugurales de épocas y tradiciones, con otra mucho más reciente y más cercana culturalmente. Dice Cervantes en contraposición al olvido y sin dejar de mentar al tiempo, su temporalizarse, y al héroe: “‘En un lugar de la Mancha’, De cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.” Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, México, Porrúa, 2002, p.19.


[207] Cfr. La opinión de Heidegger frente a la generación de tipologías justo en el tema de la comprensión y con respecto a la cuestión del conocimiento. “Cabe enumerar una tipología entera de modos de conocer e imponerla al entendimiento común, pero esto no significa nada desde el punto de vista filosófico hasta que no se explique qué tipo de conocimiento tiene que ser este comprender a diferencia del tipo de conocimiento que es el explicar. Cualquiera que sea la manera en que consideramos el conocer en la acepción común que engloba tanto el conocer como el comprender, es un comportamiento con respecto al ente, si dejamos a un lado el conocimiento filosófico como relación con el ser –y después apuntando en dirección a las herramientas dice –. Pero un comportamiento respecto del ente es también todo trato práctico-técnico con él”, Los problemas fundamentales de la fenomenología, op.cit. p. 311. Cursivas del autor.


[208] Esto es lo que significa la expresión de Ricoeur “explicar más es contar más” en Tiempo y narración I, op.cit.


[209] Bajo el concepto de epífora, que recupera Ricœur de Aristóteles, podemos concebir un polo de este evento. Cfr. La metáfora viva.


[210] Hayden White, Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, trad. de. Stella Mastrangello, México, fce, 1992, p. 16.


[211] Sería más propio simplemente decir “carácter político de la poieis” en relación a la polis y al polemos de no estar tan viciados estos, los conceptos esenciales. Cfr. “Prologo a ‘Contribución de la crítica a la economía política’” en Carlos Marx, Contribución a la crítica de la economía política, México, Ediciones Quinto Sol, 1978, p. 247 s. Además Cfr. “La estética del genio y el concepto de vivencia” en Verdad y Método I, op. cit. p.90-107


[212] Conciencia histórica es siempre consumo de la historia, es deseo de experiencias nuevas a cada instante, y es también la forma más última, más técnica y más artificiosa de la historicidad, que confunde su propio ser y separa en ello la historicidad del poetizarla. La historicidad, como el poetizar, no son haceres opuestos a lo real y siempre carente de sentido, sino antes bien existires que en el ficcionar de lo histórico, se gestan como mundo. Por ello, la historia no se trata de conocerla, pues todo conocerla es consumirla para después desecharla en aras de la novedad. La historia es el ser del ser-ahí. Cfr. “La muerte de dios y la metafísica de la voluntad de poder”, capitulo 1, apartado 4 de esta investigación, además, vid Supra. n. 20.


[213] Vid Supra n. 155


[214] Sobre la noción de juego y su aplicación a la cuestión de la representación así como su despliegue de mundo, Cfr. “El juego como hilo conductor de la explicación ontológica” en Verdad y Método I, op.cit. p. 143-182.


[215] “¿Por quién doblan las campanas?” preguntó desde un promontorio, y en busca de conocimiento, el poeta ingles del siglo XVI, John Donne. A esto, Eco le respondió “Ningún hombre es una isla”.


[216] ¿No es acaso ya la búsqueda una especie de hallazgo y uso efectivo de algo? ¿no es lo buscado un ya encontrarse en la búsqueda? Dice Proust: “Mucho tiempo he estado acostándome temprano, a veces, apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: ‘Ya me duermo’. Y media hora después despertábame la idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño; quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún entre las manos, y apagar de un soplo la luz: durante mi sueño no había cesado de reflexionar sobre lo recién leído” Marcel Proust, Por el camino de Swann. En busca del tiempo perdido, trad. de Pedro Salinas, Madrid, El Mundo, p. 9. De tal manera para evitar se propaguen la reificaciones y comencemos a preguntar qué es cultura, cabe concibir a ésta como el simple deseo de uso, independientemente del carácter, sentido, o propiedad del uso, pues cultura es finalmente aquello que no cesa.Cfr. La cura —o cuidado— y el papel privilegiado que le otorga Heidegger a esta estructura existencial en Ser y Tiempo § 39-44.


[217] Federico Nietzsche, Más allá del bien y del mal, trad. Eduardo Ovejero y Maury, México, Porrúa, 2009, p.72.


[218] En tal sentido, hemos de tener presente otra advertencia de Nietzsche: “El que lucha contra los monstruos debe tener cuidado de no convertirse él mismo en un monstruo. Y cuando tu mirada penetra largo tiempo en el fondo del abismo, el abismo también penetra en ti”ibidem.


[219] Los artículos de 1905 de Albert Einstein donde postuló el principio de la relatividad serán expuestos en el capítulo III de esta investigación. La teoría del campo unificado es una consecuencia directa posterior de la relatividad, pues cuando ésta, al plantear la equivalencia entre sistemas de medidas de longitud con los sistemas de medida temporal — lo que implica la noción año luz es muestra de ello — torno inestables ontológicamente los conceptos de masa y energía. Así, la teoría del campo unificado busca desarrollar toda un nueva física que en la generación de nuevos conceptos y nuevas categorías, reúna lo que aparece como opuesto, justo por la inadecuación actual del ámbito de posibilidad categorial heredado desde Newton, obteniendo así toda una nueva disciplina que para estudiar la Phisis,brinca las aporías que resultaron finalmente, de la inadecuación categorial. Estas palabras del propio Einstein en 1917 apuntan en la dirección de la dificultad por determinar lo temporal como si fuese lo más sencillo del mundo y entendible mediante una línea ascendente, una sucesión progresiva o cualquier esquema que se nos venga a la simple imaginación: ”Para el físico, un concepto sólo tiene valor cuando es posible discernir, en el caso concreto, si conviene o no. Por lo tanto, debe existir una definición de la contemporaneidad, la cual suministre el método para reconocer mediante experiencias si dos resplandores han sido o no contemporáneos, dados al mismo tiempo. Hasta tanto no se cumpla esta condición, yo, como físico (y también como no físico) me confío a una ilusión si creo poder anexarle un significado a la expresión de contemporaneidad.” Albert Einstein, Teoría de la relatividad general y especial, Madrid, R.B.A, 1983, § 8. ¿Si resulta así en la física aun a la fecha, que se puede esperar de la historia? ¿Por qué ella tendría que tener asegurados sus modos de entendimiento de lo temporal al ser, finalmente, el existir humano un ámbito igual o tal vez mucho más complejo que cualquier disciplina física?






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