Buscar este blog

sábado, 23 de julio de 2011

2.4 Freud y la interpretación de la conciencia.



[texto experimental y que aun requiere de correcciones precisiones y precauciones. Dudando incluso de incluirlo en este capítulo y mandarlo finalmente al inicio del 3° capítulo, más cuando ahora percibo la necesidad de unas cuartillas sobre la traducción y los procesos de transferencia]

Entre los diversos autores que hemos venido estudiando en el curso de la presente investigación, hemos llegado al tema del crédito, al de las creencias. Si preguntáramos de qué depende el crédito otorgado al narrador de una novela, en cierta medida y apuntando hacia un espacio más general del plano enunciativo, estaríamos al tiempo, preguntando por cuáles son las estructuras de la fe, cuestión que de lleno nos coloca de nuevo frente a las moles imponentes de la arquitectura conceptual de la ciencia y la conciencia occidental, pero por ello mismo, también de la religiosidad cristiana.

La cuestión podría abordarse si continuáramos en una indagación histórico-retórica en torno a las estrategias discursivas que se siguen para conseguir el crédito de un público, un auditorio, una comunidad de lectura. Pero sucede, por la época histórica a la que nos enfrenta el preguntar por la rehabilitación de la cuestión temporal en la filosofía y en la determinación arqueológica de las instancias que hacen posible al saber y a al pensar, que antes de encontrar los sistemas de referencialidad que aseguran el crédito a un discurso o a una representación, nos hemos enfrentado más bien a la descomposición de los sistemas de creencias. De un modo más simple, nos hemos topado con la descomposición del acto del creer –incluso nosotros mismos lo hemos deconstruido analíticamente. Hemos encontrando de por medio la experiencia de lo absurdo en sus diversas encarnaciones metafóricas, tales como el tiempo perdido, la pérdida de la fe, o incluso el descrédito de la literatura por parte del propio escritor en un término tan desesperanzador como es el de las palabras inútiles.

A pesar de esta experiencia del absurdo y del sinsentido, nuestra investigación nos ha llevado a contemplar la desaparición del acto poético, sino incluso antes bien a su explosión en múltiples direcciones, de tal forma, que más allá de los sistemas que otorgan credibilidad, nuestro interés ha ido creciendo en dirección del proceder mismo de las prácticas creativas, pues es en ellas donde se puede comprender la desestabilización del ámbito de posibilidad categorial.

Dicho de otra manera, si a cada paso hemos descubierto la descomposición de los sistemas de creencias, la putrefacción de la carne divina, hemos topado también con una creatividad impresionante que atraviesa no sólo las artes, la literatura, la filosofía, sino también las ciencias.

****

El absurdo no se disuelve, pues él depende más bien de la evidenciación del carácter representacional de aquello que realizando lo asumido en términos de coherencia o pertienencia como “verdadero”, se devela de súbito como relativo a X, pertinente en los casos X y Y, o excluido en las ocasiones Z. Tal evidenciación de la relatividad de lo “absoluto” no es un sin embargo un proceso lógico, sino eminentemente histórico y poseedor de una innegable, y la mayor de las veces impresionante –incluso terrorífica–, dimensión plástica. El absurdo cuando acontece es simplemente el choque de dos series causales que producen algo que no posee la misma lógica representacional de ninguna de las dos series que lo causaron, inaugurando en ello, a pesar de los parecidos, una nueva dimensión estética. Diluir el absurdo implicaría, más allá de lo insensato y sin embargo tan común en el negocio de la historia, el erradicar del registro histórico-arqueológico el acontecer del sinsentido acaecido, o incluso y más peligroso aun, la inserción de remisión del sinsentido en términos de una justificación teleológica e incluso escatológica.

El acontecer del absurdo y la significación de él en términos poéticos, no pone a prueba nuestra fe o nuestras creencias en tanto acciones efectivas, tampoco prueba o demuestra la separación de la mente y el cuerpo o cualquier dicotomía que acuda a nuestro pensar. El absurdo antes, al ser un evento, se eventua de un modo peculiar, justo el de la contradicción, la paradoja, el sinsentido, la ironía, o en términos más existenciales, en las metáforas ya referidas antes del tiempo perdido, la perdida de la fe y la enunciación de las palabras inútiles.

De hecho, el absurdo en cualquiera de sus formas posee una función esencial en el pensar, y con él, tal vez en práctica representacional que persiga la creación, la poiesis, pues eso verdadero que se toma como punto estático-referencial para cuantificar el movimiento de algo en términos de temporalidad, aparece como no como punto referencial sino como valor universal por el efecto positivo de lo absurdo.

Ahora bien, una cosa es el denunciar el carácter de punto referencial de lo tomado por verdadero en sí, y otra el llevar eso verdadero a su actuación efectiva dentro de la interpretación de un evento significativo con respecto a un evento significante. Más allá aun de esta actuación de lo verdadero, está la actualidad misma de lo verdadero, que como tal, es el movimiento mismo del ámbito de posibilidad categorial.

Tal movimiento es propiamente lo que hemos tratado de historiar con los riesgos, deficiencias y experimentaciones que tal historia requiere para ser por un momento y sólo por un momento, aprehensible en términos que reporte expresividad para un lector. La poesía por ser lo más cercano de lo más lejano; el mito, está demasiado acostumbrada a esos juegos trascendentales, incluso mejor que la filosofía.[178] Nosotros, aun pretendiendo movernos en ambos ámbitos de reflexión, hemos de convertir el espejo de la reflexión en una habitación donde queremos refractar el sonido de las palabras una vez ellas se encuentran invertidas, o transvertidas mejor dicho.

De este modo el evento significativo y el evento significante se presentan mutuamente, y en la coyuntura del acaecimiento de la voz sígnica, como el advenir del eventuarse designador de sentido (signo efectivo) que es el evento significativo por sobre el evento significante, y como retrotraimiento del eventuarse asignador de nombre que es el evento significante para con el evento significativo. Tal fenómeno sólo puede expresarse comprensiblemente en los términos del siempre y la determinación de aquello que llamamos destino.

Es en el juego especular del proceso total de la significación –totalidad siempre actual y actualizante–, donde podremos observar el momento puntual de la signación. Claro que esto será empeñar al máximo la palabra, pero en tal riesgo esperamos obtener un rédito que nos conduzca a poder inteligir la esencia de los acontecimientos de asignación y designación a los que es sometido el acontecimiento en términos historiográficos.

Tal paso, aun cuando presenta riesgos enormes, es el tránsito esencial para poder inteligir por un lado el cómo de la adjudicación de sentido en tanto existir de lo existente a aquello que es significativo, aquello sometido ya siempre a valoración poética e historiográfica.

El otro lado, lo que nos somete y nos compromete aun más con la historicidad reposa en última instancia en la adjudicación o intelección de sentido por parte de aquel que procede a receptar e interceptar una representación que lo interpela. En dirección a tal proceso, que ya de lleno nos lleva en la dirección de la transferencia y de los cursos topológicos del discurso adjunto, adjudicado y adjudicante de sentido nos topamos con Freud y sus interminables cruces de camino transferenciales.

****

De entre las prácticas creativas es el sueño la más común, e incluso y tal vez por ello la única universal. La aproximación hermenéutica a La interpretación de los sueños de Sigmund Freud y publicado en 1901 nos tiene que servir de primer trampolín para saltar de la cuestión por las practicas creativas, en dirección hacia la emergencia de la hermenéuticidad del pensar una vez que las estructuras de la creencia se fraccionaron en el crujido del crack de la representación. Si en Munch, Melville y Dostoyevsky encontramos al extrañamiento como motor de la creación artística, en Freud encontramos al mismo extrañamiento pero como motor de la investigación y de la teoría. Ya el segundo apartado del primer capítulo de La interpretación de los sueños nos pone en este camino cuando Freud declara:

Para mí gran asombro, descubrí un día que no era la concepción médica del sueño, sino la popular, medio arraigada aún en la superstición, la más cercana a la verdad.[...] Las obsesiones y los delirios son tan extraños a la conciencia normal como los sueños a la conciencia despierta, para la cual permanecen igualmente desconocidos los orígenes respectivos de ambas clases de fenómenos.[179]

Los fenómenos enunciados en este párrafo, la superstición, las obsesiones y los delirios, la conciencia, el origen de estos, y finalmente el tema de la verdad, al ser todas cuestiones emparentadas fuertemente a la creación poética, se colocan en el fundamental proceder a interrogar a Freud en términos de la emergencia de la necesidad por interpretar. En él, la cuestión por la interpretación está ceñida al campo del sueño, y de ahí al de la psique o la conciencia. Esto de manera alguna implica un detrimento a nuestra investigación, pues antes la cuestión de la psique o la conciencia nos llevan directamente al ámbito de posibilidad categorial y a su estado una vez que Dios muere para Occidente.

Al igual que procedimos con Darwin al principio del primer capítulo, es el propio Freud el que nos pone sobre aviso para preguntar por los términos del ámbito en donde es posible pueda nombrar lo asombroso. Con ello, el plan trazado para este último apartado, que tiene como tema principal justo la conciencia, ha de transitar por lo asombroso en Freud, la cuestión del sueño y su vínculo con el fenómeno poético, para de ahí comprender y poder cerrar un circulo una vez contemplemos la necesidad de la psiquiatría por expresar en términos científicos aquello que la cultura popular, como declara el propio Freud, sabia de antaño. La cuestión freudiana, en otras palabras, y de modo más cercano a los temas, autores y enfoques que hemos venido trabajando, se puede plantear como la cuestión por la posibilidad de una teoría analítico-hermenéutica de la producción onírica.

Tal vez la mejor palabra para calificar lo asombroso en Freud, aquello que causa maravilla y anonadamiento, sea justo la palabra absurdo. Hemos de explicar esto en términos que nos permitan triangular lo asombroso en Darwin, el ámbito suprasensible donde se aseguraba la propiedad de lo asombroso de la naturaleza y su evolución en las especies, con el crack de la representación en términos de la deconstrucción de la causalidad temporal acaecida en las décadas que van por lo menos de 1860 hasta 1900 y que no hay mejor manera de expresar que con la metáfora nietzschiana de la muerte Dios.

Freud arriba a una temporalidad cruzada donde consigue diluir el absurdo que representa la representación onírica. El problema de esto, en términos categoriales, estriba en que con tal disolución del absurdo, Freud puso en crisis implícitamente el modelo causal aristotélico en su totalidad al no poder hallar las causas necesarias y eficientes al empleo efectivo de los materiales involucrados en la elaboración onírica, al ser estos, los materiales del sueño, transformados por una especie de acción retroactiva, el sentido mismo del empleo de un material por parte de la conciencia en dos instantes separados, el sueño y la vigilia.

Pero vale más que no nos adelantemos, y antes de llegar a los materiales del sueño y las maneras en que estos son transformados, es indispensable no evadamos más la cuestión y preguntemos por el absurdo en La interpretación de los sueños.

Lo absurdo, junto con lo insensato, tal como hemos venido estudiándolo, depende del desde dónde se lee, se observa o se escucha un mensaje, una imagen, una proposición, una representación. Ese desde donde no es una ausencia del punto de observación del receptor. Ese punto de común y ya orientado por la composición, la disposición del mensaje, debería encontrar sentido. En el absurdo antes de esto y de modo súbito se encuentra más bien la observación desorientada en medio del mundo. Lo que no tenemos que dejar de considerar jamás es que incluso el estar desorientado es un encontrarse de un modo. Se mencionó también que si el absurdo es tal, en el no hay nada que interpretar, pero sería más propio decir que en el hay nada que interpretar, pues como hemos podido observar con Munch, Melville y Dostoyevsky, en el absurdo, su coherencia, aun inconsciente, insensata o tal cal insana, se encuentra en el enfrentar la nada. Para Freud la cuestión de la interpretación es la de la asignación, o mejor dicho, la de la intelección de sentido. La frase inaugural ya nos refiere la superposición de dos ámbitos discursivos distintos,

En tiempos que podemos llamar precientíficos, la explicación de los sueños era para los hombres cosa corriente. Lo que ellos recordaban al despertar era interpretado como una manifestación benigna y hostil de poderes supraterrenos, demoníacos o divinos. Con el florecimiento de la disciplina intelectual de las ciencias físicas, toda esta significativa mitología se ha transformado en psicología, y actualmente son muy pocos, entre los hombres cultos, los que dudan aún de que los sueños son una propia función psíquica del durmiente.[180]

Como puede resultar evidente, muchas cosas podrían ser señaladas, interpretadas y trabajadas ya sólo con esta frase inaugural. De resaltar para nosotros es justo aquella opinión de los “hombres cultos” que no “dudan aún de que los sueños sean una propia función psíquica del durmiente”, pues Freud sin colocar su empresa al lado de los supersticiosos, tampoco la coloca del lado de los hombres cultos de la ciencia física. Él mismo, al emprender su propio trabajo, ya se implicó cual insensato, justo al dudar que la cuestión del sueño estuviera zanjada con sólo definir a esté como una función propia de la psique del durmiente.

Con ello Freud no sólo se desmarcó de aquello aceptado y tomado por valido o verdadero de la ciencia de su momento, sino que incluso puso en tela de juicio el carácter o la constitución misma de la psique, a quien se le adjudicaba la propiedad del proceso onírico. Si nosotros relacionamos lo insensato junto a la cuestión del absurdo, no restaría decir sino que lo absurdo para Freud, justo al ser él un insensato, no es más que él mismo, el sí mismo, el Yo que es Freud en La interpretación de los sueños.

No debe pasársenos por alto el hecho de que Freud, por motivos de la noción cultural entorno a la privacidad de sus pacientes, haya optado por tomar sus propios sueños, miedos y obsesiones como materia de su analítica. Interesantísimo tema éste si se contempla que el secreto profesional involucrado en la práctica medida y legal de la mayoría de las sociedades occidentales, y desde el cual el propio Freud decidió tomar y analizar sus propios sueños, nos refiere inmediatamente al secreto confesional operante en el cristianismo católico y del cual las sociedades europeas protestantes se deshicieron a partir del siglo XVI. Más acá de estas cuestiones de fe, y en torno a la selección de un objeto, aquello que extraña y aparece sólo en tal extrañamiento como susceptible de ser representado, la conciencia en el caso de Munch y Melville sobre todo, es también en Freud lo susceptible de ser indagado, interpretado.

La cuestión, como no será muy difícil apreciar, y más aún pensando en todos los casos, y las nuevas mitologías erigidas por el propio Freud en este texto y en sus obras siguientes, es que el secreto profesional así como el derecho del paciente a atenerse a tal secreto, fue por Freud mismo violado más allá incluso de alterar los nombres y las referencias personales. Pues a decir verdad, esa consideración de tipo moral, levantada por sobre el sótano de las relaciones de poder de aquel que posee el conocimiento, procura la verdad, y proporciona la absolución, la salud o la libertad a aquellos que necesitan de tales fenómenos, se torna problemática una vez que se cuestiona, de refilón si se prefiere, el descanso primordial de tal derecho y obligación sobre una piedra filosofal esencial, la individualidad de la psique, la conciencia o el alma.

No queremos decir que la conciencia desgarrada autorice ya su conocimiento, .pues lo que se dirimió aquí en términos del ámbito de posibilidad categorial fue un terremoto del propio ámbito una vez Freud se dispuso, tal vez sin saberlo, a manipular los rieles de la cultura y con ello hacer chocar de frente dos impresionantes trenes por él identificados como la interpretación popular, hundida ella en lo inmemorial ancestral de los tiempos, y la cientificidad europea con no más de trescientos años de estar en investigación. Como veremos en el próximo capítulo, la cientificidad misma se tornó ella toda en extremo problemática tal cual lo indica la nominación de tal proceso como crisis de la ciencias ya para la década de 1910, justo cuando se cimbraron, pero ahora desde la misma física, los conceptos de tiempo y espacio de la pluma de Albert Einstein. y sus artículos de 1905.[181]

Pero antes de continuar por divagaciones hemos de regresar a Freud y su noción de lo absurdo. En términos más prácticos, en torno a la separación de lo comprensible y lo incomprensible, lo creíble y lo increíble, lo verosímil o lo inverosímil, el sueño fue de lo primero que observó Freud, ya que posee una dificultad que es tal vez, de sus propiedades la más esencial, y obstruye por ello la aproximación interpretativa directa. Tal razón, por la que fue obviado tanto por la psicología y la psiquiatría según se puede apreciar del propio estado de la cuestión entorno al fenómeno del sueño, es la de que el sueño no es un fenómeno empírico, sino psíquico aun cuando ya en La interpretación de los sueños, cabe una crítica no sólo al empirismo, sino también al psicologismo. En este sentido Freud comprende que el absurdo aparece justo por querer medir con un bracero inoportuno algo que de suyo no es cuantificable. Lo absurdo proviene más bien de querer equiparar lo conocido por una parcela del saber con otra sin antes de por medio, efectuar un ejercicio de traducción o incluso de análisis prospectivo de compatibilidad. Como hoy podemos saber, y esta tesis intenta empeñarse en ello, no existe la universalidad de un discurso salvo como política de dominación por parte de una institución y sus agentes capacitados para la posesión de la verdad, la justicia y la belleza.[182]

En parte, en el descubrimiento de un ámbito temático que por presentarse extraño requiriere por ello de una representación específica traslativa, Freud procede a enfrentar lo denominado de principio como conciencia normal con otros fenómenos. No es el afán aquí exponer la estructura de La interpretación de los sueños. El lector juicioso muy a la mano puede ir a contemplar que la primera parte de ella es en gran medida un desapego en términos de crítica realizado por Freud para demostrar la legitimidad y la pertinencia de sus estudios. A nosotros, lo que más no interesa es poder describir el método psicoanalítico involucrado en la obra.

Los sueños son susceptibles de ser interpretados justo por faltarles a estos la intelección de su sentido. En aquellas costumbres o prácticas despreciadas por la ciencia decimonónica en términos de la supersticion, Freud encuentra que la concepción popular procede a la extracción del sentido al “[...]sustituir el contenido del sueño tal y como el sujeto lo recuerda[...] conforme a una clave prefijada[...]”[183]. Nosotros como historiadores hemos de estar alertas y advertir que aquí ya se juega el proceso antes referido de traducción, traslación que el empirismo científico, un realismo ingenuo si se nos permite el calificativo, no acepta como acaeciente ya no para algo tan efectivamente volátil como el sueño, sino antes bien para la denominada realidad histórica.

Freud para poder interpretar los sueños en la ausencia de los dioses tiene que idear un método. El momento histórico en que emerge la interpretación es cuando emergen las patologías modernas mismas, por ello, sólo un método psicopatológico puede acceder a las obseciones y delirios e imaginaciones involucrados en el sueño. De este método Freud nos dice: “[...] es fácil de describir, aun cuando para emplearlo con éxito sea necesario conocerlo a fondo y haberlo practicado.”[184] Curioso resulta que la practica, como esta cita muestra, sea precede al empleo, estando el conocimiento referido a la práctica y no al revés. Pero como se expreso ya, Freud realizó un cruzamiento de canales causales justo en torno al sistema causal al no poder identificar ontológicamente de modo satisfactorio los componentes empleados en el soñar.

Las primeras categorizaciones que empleó Freud para comenzar a distinguir procesos vinculados significativamente, más no así en términos de una causalidad convencional, fueron los de contenido latente del sueño y contenido manifiesto del mismo. La dificultad expresada más no explicada de un aproximación empirista al sueño, estriba en que el contenido del sueño, lo soñado, no es accesible al analista sino en términos de un relato proporcionado por el paciente. Por ello el proceso donde ocurre tal solape de ámbitos existenciales del mismo sujeto, el del dormir como soñador, y el del referir en la conversacion aquel soñar el dormir, sueño y vigilia, es identificado por Freud como un proceso de traducción vinculado a un proceso psíquico. Igual que en el Bartleby de Melville, aquí nos encontramos con la confrontación en el mismo espacio de la investigación de dos fenómenos, la conciencia y el lenguaje. La genialidad de Freud viene cuando al identificar tal traducción, la conversión del contenido latente en manifiesto, denomina a tal proceso, y en consonancia al concepto principal de Marx y su crítica al capital, como trabajo del sueño (Traumarbeit), identificando en el mismo movimiento a la interpretación, como la labor contraria y de transformación opuesta a la poiesis del sueños, es decir de lo manifiesto retornar a lo latente. Es decir, el método psicoanalítico es una inversión de la praxis.

Si como pudimos observar en el caso de Darwin y su teoría de la evolución de las especies, la perfección era el horizonte de la escena –la naturaleza– donde aparecían las individuos y permitía a la vez la proyección de la categoría especies, lo que guía a La interpretación de lo sueños es esa presunción de absurdo que Freud nos enseño a no diluir, o huir en términos de aberración o de monstruosidad, sino a observar y más aun, a escuchar para poder inteligir desde dos puntos de observación distintos con el fin de mensurar el movimiento operado por el trabajo del sueño.[185] La transformación operada, es mejor Freud nos la explique para poder en el tránsito, captar el propio encontrarse en la desazón de Freud al utilizar palabras y conceptos ominosos para la interpretación hermenéutica, eso que de antiguo se llamo dianoia –a través del pensamiento literalmente–, y que era en la filosofía griega, la culminación de la sabiduría:

La transformación de las ideas latentes del sueño en el contenido manifiesto merece toda nuestra atención por el primer ejemplo conocido de versión de un material psíquico, de una forma expresiva a otra diferente, siéndonos la primera perfectamente comprensible y viéndonos obligados, en cambio, a efectuar una penosa labor y a servirnos de una guía para penetrar en la inteligencia de la segunda, aunque también tengamos que reconocerla como un remordimiento de nuestra actividad psíquica.


Así como es lo desconcertante a la conciencia el que ella misma trate de interpretarse, los sueños que causan extrañeza son aquellos que aun cuando presentan en sí orden, disposición y coherencia, y poseen por tanto un sentido claro, aparecen en la vigilia como absurdos, como ridículos, e incómodos, de tal modo que no sabemos “cómo incluir dicho [evento] en nuestra vida psíquica”.[186]




[176] Cfr. El comentario de Gadamer a la filosofía heideggeriana. ¿Por qué Gadamer se fuga de las cuestiones existenciales? ¿Se fuga realmente?
[177] Martín Heidegger, Ser y Tiempo. op. cit. p.1.
[178] Aportes a la filosofía. Así mismo la poesía y la elaboración del mythos que en tanto trama, evidencia la función heurística que la metáfora posee no como imitación en el trabajo de la mimesis, sino antes bien, la poesía, lo poético de todo discurso, incluso el científico, conduce a una reelaboración que traduce lo extraño de un campo a lo aprehensible de otro. La metáfora viva de Ricoeur
[179] Sigmund Freud, La interpretación de los sueños, trad. Luis López-Ballesteros, Barcelona, Planeta-Agostini, 1992, p. 9.
[180] Ibidem, p. 7. Cfr. n. 17 y n. 92.
[181] Este proceso no es causa como tal de los artículos de Einstein. Como Dostoyvsky es ya consecuencia del nihilismo, así también la teoría de la relatividad es consecuencia de la descomposición del ámbito axiomático en que reposaba la física decimonónica en dirección de los tres principios de la teoría de la gravitación universal de Newton. La descomposición acontece desde los resultados “empíricos” develados en diversos campos imposibles de ser sometidos a la legislación gravitacional, tales como la termodinámica, el electromagnetismo y la óptica en relación a los dos anteriores. El trabajo de Einstein parte de esas aporías, paradojas y contradicciones justo para buscar un nuevo sistema categorial que permita cuantificar aquello que aparece como ilógico, insensato y carente de sentido. Es decir el absurdo interregno de la filosofía natural de Newton y el positivismo de la física decimonónica.
[182] Este juicio, como tenemos que admitir, posee pertinencia sólo en la fuerza con que logre convocar las opiniones de aquellos que pueden sancionar, comprobar y validar la presente investigación. Es la instancia del receptor quien queremos hoy tenga el poder. Pero no hay que engallarse tan fácil, pues el receptor muy bien podría no ser sino el mercado de las interpretaciones,.y aun en el mercado existe la autoridad, a la por demás está decirlo, no tenemos muchas ganas de provocar. El sujeto, aquel que puede decir Yo, no ha muerto. Entre otros motivos, este es uno de los criterios al porqué hemos decidido redactar la presente investigación en la primera persona del plural. Por un lado para protegernos del torrente violento que es el pensar, por otro y muy cercano de hecho, para poder invocar la voz de la autoridad del pasado, nuestros autores, a los que tal vez abusando, hemos hecho nuestros al interpretarlos, apropiándonoslos para los fines de esta investigación.
[183] Ibidem, p.8
[184] Ibidem, p. 9
[185] Tal sistema de observación no univoco, universal y estático, sino diverso y movible con respecto al escenario mismo en movimiento y donde se despliega la acción, requiriendo de dos puntos referenciales para poder apreciar o mensurar los acontecimientos, lo podremos encontrar en los registros arqueológicos inmediatamente posteriores justo en la teoría de la relatividad de Einstein aparecida en 1905 como también en la pintura cubista de Pablo Picasso y George Braque desarrollada a partir de 1906-1907.
[186] Ibidem

No hay comentarios:

Publicar un comentario